5 - “Iolanta - Cascanueces”
Dmitri Tcherniakov es un director teatral ruso ganador de numerosos premios, nacido el 11 de mayo de 1970 en Moscú. Normalmente crea el diseño de las escenas y vestuario para sus producciones.
En 2016 estrenó su producción “Iolanta / El Cascanueces” en la Ópera Garnier de París dirigida por Alain Antinoglu. Su idea fue presentar el conocido ballet en una nueva versión totalmente alejada de los famosos cuentos navideños.
Lo consideró como un desarrollo de lo que se ha escuchado y visto en la ópera. Un intento de unir dos géneros tradicionalmente separados en un mismo argumento. El ballet según aclara el director teatral es un desarrollo de la ópera en otro nivel más general, abriendo las limitaciones, para colocarse más allá de las fronteras del tema propiamente dicho. Según sus propias palabras que traducimos a continuación.
Pienso que para todo el mundo, la música del Cascanueces va más allá de una simple música utilitaria, una música destinada a acompañar unas danzas según el preciso cronometraje de Marius Petipa. Esta música es más grande que el objetivo al que sirve, al servicio del cual existe. Siempre he percibido según mi opinión algo más grande y de mayor recorrido que lo que presenta el escenario.
Cascanueces es la consecuencia de esta necesidad de ensayar, de encontrar un medio, una manera de captar todo lo que nos dice su música, el dolor, la pérdida, el miedo, la plenitud, la alegría sin sentido, la fragilidad, el desgarro, la asfixia, la compasión …
Para poder llegar a conclusiones en un siguiente apartado en primer lugar realizaremos una descripción del argumento de la producción global, que intenta realizar la unión de la ópera con el ballet.
La ópera sigue el guión tradicional que hemos presentado en la sección dedicada a “Iolanta”. Al seguir un libreto estipulado mediante sus frases y palabras no necesita una explicación previa. Solo diremos que la primera escena no transcurre en el jardín, sino en la propia sala donde se desarrolla toda la acción. En vez de recoger flores Iolanta se dedica a engalanar un árbol de Navidad, pero el sentido general de la escena no cambia al respetar las mismas palabras del libreto. La ópera no necesita una interpretación personal, pues su trama está clara en el libreto escrito. Otro aspecto es su estudio psicoanalítico, que se efectuará en su correspondiente sección.
En el caso del ballet, que sirve como actos segundo y tercero del mismo espectáculo, su interpretación es más personal al no existir un guión escrito. Se debe interpretar mediante la observación de la expresión corporal y la mímica de los intérpretes.
Introducimos a continuación la traducción del argumento del ballet escrito por el propio director teatral Dmitri Tcherniakov, como paso previo a su discusión aportando nuestras propias conclusiones.
Como nexo de unión entre la ópera y el ballet, por una parte intervienen los mismos personajes, pero con otra Iolanta que se desdobla como protagonista del ballet, la joven Marie. Podemos considerar que en espíritu se trata de la misma persona, algo que discutiremos en el correspondiente apartado, pero ahora nos limitaremos concretamente al escenario descrito por el escenógrafo.
Argumento del ballet Cascanueces según el escenario ideado por Dmitri Tcherniakov
En honor de la joven Marie, que la identificamos como Iolanta que ha recobrado la vista, se realiza una fiesta familiar organizada por Drosselmeyer, un amigo próximo de la familia. La madre y el padre de Marie, sus amigos, sus parientes y sus vecinos le desean un feliz cumpleaños, en un paraíso familiar, caluroso y acogedor.
Entre los invitados se encuentra Robert, que ya es conocido por Marie, el cual le presenta a su amigo Vaudémont El joven causa una fuerte impresión en Marie
Cuando la tarde termina, tras la despedida de los invitados, los padres de Marie se retiran a sus habitaciones, Marie no acaba de separarse de Vaudémont.
Marie y Vaudémont quedan solos en el salón en plena noche, cuando de repente todos los que han estado en la fiesta familiar entran bruscamente amenazantes. Se encuentran allí todos los que lógicamente debían de haber partido, haberse acostado o estar ya lejos a aquellas horas.
María está sorprendida, no llega a concebir como todos pueden encontrarse nuevamente en el salón, ¿cómo ha sido posible? Son sus padres, los mismos amigos, sus parientes, sus vecinos. Todos los que conoce desde que era pequeña. Tienen el aire de ser como siempre, pero la expresión de sus caras y de sus ojos es diferente, como si un terrible espíritu hubiera tomado su apariencia. Esto le parece increíble, algo contra natura.
Todos, con gestos de enfado se lanzan sobre Vaudémont. Marie recuperada después del estado de choque y de un estado de letargo, se precipita en su socorro. Todos contra él, ella contra todos. Pero es imposible, no solamente vencer, sino enfrentarse a esta fuerza violenta.
Una violenta explosión y la casa de Marie se convierte en ruinas. Queda sola en medio de los escombros. No hay nada a su alrededor. Sola, vestida ligeramente y en sandalias, del mismo modo que durante la fiesta, se encuentra perdida, aturdida.
Al encontrar a Vaudémont que ha sobrevivido, siente de repente un profundo sentimiento por el joven, es consciente de la importancia de su existencia para su vida, se da cuenta que tiene miedo de perderlo y que está preparada para todo por él. Pero esto solo dura unos minutos y Marie pierde a Vaudémont. Muere.
Entonces va a buscarlo por todos los sitios, pasando de un espacio a otro. Lo busca, negándose a creer que ya no está, no podía morir simplemente, desaparecer de este modo, era imposible, no puede aceptarlo…
Marie se encuentra en medio de un paisaje terrorífico. Son imágenes de la fragilidad, de la incertidumbre de la civilización. Se siente la muerte. El frío feroz, penetrante, el viento. La gente está helada, adormecida, avanzando sobre el hielo. Abrigados. Los cuerpos de sus parientes muertos, helados. La nieve y el viento cortante, sopla de frente. Durante esta terrible escena la muchacha se impregna poco a poco del dolor de los otros, sintiéndolo como suyo. Tiene ganas de darles una parte de su ser, de su calor. Sus sufrimientos se transforman en su propio sufrimiento, como si ella estuviera dispuesta a sentirse uno de ellos.
Marie se encuentra sola en el oscuro bosque. Buscando al desaparecido Vaudémont se ha perdido en el impenetrable bosque, como dentro de un inmenso laberinto siniestro y sin salida. El bosque está lleno de peligros, pero Marie no conoce el miedo. La esperanza de encontrar a su querido vivo la hace avanzar, haciendo nacer en su imaginación innumerables formas visibles de Vaudémont, que se multiplican delante de sus ojos.
Marie irrumpe por casualidad en un claro del bosque lleno de juguetes infantiles abandonados, con sonrisas congeladas y con los ojos abiertos dentro de sus caras de plástico. Marie nota numerosos reflejos de sí misma. Todas juegan a las muñecas.
Se escucha la música de un vals procedente de un altavoz. Parejas de jóvenes enamorados penetran en la pista de baile. Marie observa que todas las muchachas de esta danza son dobles de ella misma y todos los jóvenes lo son de Vaudémont. Las parejas bailan dando vueltas y Marie se encuentra entre ellos.
Se da cuenta de que, poco a poco, las gentes que bailan envejecen cada vez más. Tienen unos veinte años más. Siempre son los mismos, Marie y Vaudémont, pero todos tienen unos cuarenta años, son familias rodeadas por sus hijos. Otros Marie y Vaudémont vienen a reemplazarlos. Estos ya tienen unos sesenta años y continúan bailando el vals. Son los ancianos los que terminan la danza. Algunas parejas no están enteras, a veces un Vaudémont ha perdido a su Marie, o en otros casos una Marie está sola.
De repente Marie ve a su Vaudémont, vivo. No ha muerto. No ha desaparecido. Se unen en una absoluta felicidad. Todo el mal ha desaparecido detrás de ellos. Marie cree firmemente que esto no volverá a pasar nunca más, jamás lo perderá.
Pero algunos minutos después desaparece y la muchacha se da cuenta de todo. Su chico no se encuentra allí. No era él. Solo existía en su imaginación, solo era aire. Ya no está. Marie está sola. Trata de llenar la ausencia de Vaudémont, de adivinar el lugar donde podría encontrarse, sentir su cuerpo en el aire, reconstruir lo perdido. Pero, poco a poco, se da cuenta de la vanidad de estos esfuerzos. La desesperación y el dolor se apoderan de ella.
Solo existe el cielo nocturno, inmenso encima de ella, lleno de estrellas brillantes. Lentamente en el fondo del cielo aparece un pequeño punto luminoso, que avanza hacia nosotros. Marie mira el cielo como embrujada. El meteorito golpea la tierra, haciendo desaparecer entre las llamas al mundo entero.
Marie se encuentra de nuevo en el mismo salón, en su casa, donde se había desarrollado la fiesta de su aniversario. Se da cuenta de que todo lo que ha creído vivir en realidad no ha existido. Pero Marie parece totalmente transformada.
En el correspondiente anexo[1] se pueden leer una serie de críticas sobre esta unión de obras, que contienen algunos importantes detalles para su posterior discusión.
[1] Véase anexo pág. 115 de esta misma obra.