“Iolanta” Op.69
"Iolanta" es una ópera terminada por Tchaikovsky en la segunda mitad de 1891. Se estrenó el 6 de diciembre de 1892, 18 de diciembre según el calendario gregoriano, conjuntamente con el ballet “Cascanueces” en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo.
“Iolanta o La hija del Rey René” es una obra teatral del dramaturgo danés Henrik Hertz (1797-1870) escrita en 1845 y representada en casi todos los grandes teatros. Tchaikovsky la conoció en 1883 a partir de una traducción al ruso publicada en la revista El Mensajero Ruso. Seducido por su poesía, su originalidad y la abundancia de momentos líricos, deseó realizar su versión musical. La obra teatral se representó en Moscú en 1888, lo cual reavivó su deseo de ponerle música.
Posiblemente la propuso a Ivan Vsévolojski, director de los Teatros Imperiales, el famoso Teatro Mariinsky de San Petersburgo, siendo aceptada en diciembre de 1890 con la condición de que pusiera también música a un ballet con motivos de cuento de hadas, que debía representarse en la misma velada. Una ópera en un acto y un ballet. Este último se convertiría en el conocido “Cascanueces”. Junto con el coreógrafo Marius Petipa, Vsévolojski era el autor del libreto y su puesta en escena
Contrariado por tener que escribir dos composiciones simultáneamente, Tchaikovsky dio prioridad a “Cascanueces” cuyo borrador terminó en el mes de junio de 1891, después de su gira de conciertos por los Estados Unidos entre abril y mayo de dicho año.
Pero era “Iolanta” la que le había conquistado como expresó en una carta a su hermano Modest. Escribiré una música que a todo el mundo arrancará las lágrimas. Por ello aplazó la orquestación del ballet, dedicando el resto del año 1891 a la finalización de la ópera. La orquestación del ballet tuvo que esperar a los primeros meses de 1892.
El estreno conjunto de las dos obras estaba previsto para finales de 1891 pero debió de aplazarse hasta el año siguiente. Durante la misma época de composición Tchaikovsky realizó la orquestación de “El Voyevoda”, lo cual nos demuestra su gran capacidad de trabajo.
Iolanta se estrenó bajo la dirección de Napravnik, conjuntamente con el ballet dirigido por Drigo obteniendo un notable éxito por parte del público pero recibió críticas desfavorables, lo que molestó al sensible compositor.
Ambas representaciones, escribió el compositor a su hermano Anatoly al día siguiente, fueron magníficas, la puesta en escena del ballet fue quizás demasiado fastuosa: el brillo cansa los ojos.
Gustav Mahler dirigió la primera representación de la ópera fuera de Rusia, el 3 de enero de 1893 en Hamburgo, y más tarde presentó el estreno en Viena de Iolanta el 22 de marzo de 1900. La ópera siguió representándose en Rusia, pero permaneció bastante desconocida en occidente hasta 1984, que se interpretó en París en versión de concierto.
El libreto de Iolanta fue escrito por el hermano menor del compositor, Modest Tchaikovsky, escritor y dramaturgo bastante mediocre, que se puede deducir por el escaso éxito conseguido con sus obras teatrales. Basó la pieza como hemos dicho en el drama lírico “Kong Renés Datter” (La hija del rey René), ambientado en la Provenza del siglo XV y escrito por el dramaturgo danés Henrik Hertz, que se representó por primera vez en Copenhague en 1845 y se tradujo al ruso en 1883.
La idea romántica de Hertz sobre el poder del amor para devolverle la vista tuvo una profunda resonancia entre el público de la época. Sin embargo, el motivo de la niña ciega curada no fue invención suya. En 1824 Hertz había visto la obra “Valérie” del dramaturgo francés Eugène Scribe (1791-1861), en la que una hermosa joven es curada por su amor de la infancia.
Una década más tarde, Hertz viajaba por Italia con el poeta danés, famoso por sus cuentos infantiles, Hans Christian Andersen (1805-1875). Visitaron la Grotta Azzurra en Capri, que Andersen utilizaría como escenario de una escena clave de su novela “El improvisador” (1835). En la novela de Andersen, el protagonista Antonio conoce a la niña ciega Lara, basada en una niña que Andersen había visto en Paestum, quien se enamora de Antonio, pensando que podría recibir de él el don de la vista. Un médico napolitano la cura y finalmente Lara y Antonio se casan.
Es posible que Henrik Hertz haya tomado prestado el argumento de Scribe y de Andersen, pero mientras Andersen encontró una solución médica bastante prosaica a la ceguera de Lara, Hertz lleva el motivo más allá en La hija del rey René. El amor es visto como la vida misma, y todo lo demás oscuridad, ceguera. El amor le enseña a Iolanta lo qué es la vida y cura su ceguera.
A su vez, Hertz había basado libremente su obra en la figura histórica real de Yolanda de Anjou (1428-1483), hija del Conde de Provenza, René de Anjou y su esposa Isabel, duquesa de Lorena. También conocida con el nombre de Yolanda de Bar, la muchacha se casó con su primo Federico II, conde de Vaudémont en 1445 a la edad de 17 años. El matrimonio era una alianza dinástica, que había sido concertada doce años antes, para poner fin a la disputa que existía entre René de Anjou y el padre de Federico, Antonio de Vaudémont, para resolver las disputas sucesorias con respecto al Ducado de Lorena. Más allá de estos hechos, la obra es ficticia. El nombre de pila del conde de Vaudémont se modifica a Tristán. La presunción central de la ceguera de Iolanta es ficticia.[1]
Los temas relacionados con la corte del conde René eran familiares en el período romántico y victoriano. René había sido idealizado en la era romántica como un rey poeta, cuya corte en Provenza era un elegante paraíso de literatura, arquitectura y arte en una era violenta. Esta imagen se popularizó por primera vez en la novela “Ana de Geierstein” de 1829 de Walter Scott
La historia contada, tanto en la pieza teatral como en la ópera, es una ficción que utiliza personajes históricos, pero no tiene importancia para el desarrollo de la trama, una acción dramática con destacados detalles psicoanalíticos.
Argumento de la Ópera
La acción se sitúa en las montañas del sur de Francia en el siglo XV. El Rey René es históricamente el buen rey René de Provenza (1409-1480). Se trata de Renato I de Nápoles o René d’Anjou.
Iolanta, la hija del Rey René, es ciega de nacimiento, pero su padre nunca ha permitido que nadie le haya hablado de su condición. Junto con Martha su nodriza, siempre la han rodeado de cuidados y atenciones. Toda su vida ha transcurrido en un palacio cuya entrada estaba prohibida bajo pena de muerte. Sin saber el motivo vive en un estado de angustia que sus compañeras intentan aliviar mediante juegos y canciones.
Escena 1. El comienzo de la ópera suena sombrío. La breve introducción es interpretada por las trompas y los vientos, con el corno inglés lamentándose mientras desciende cromáticamente, acompañado de largas notas sostenidas del fagot. La presión palpitante de las trompas y el aumento del tempo no permiten que la atmósfera melancólica se vuelva más ligera. El idilio lírico de la primera escena interpretado por el arpa y las cuerdas es aún más llamativo.
Las indicaciones de la escena dicen: Un hermoso jardín con exuberante vegetación verde. Un pabellón de estilo gótico. Al fondo, un muro con una pequeña puerta, oculta por plantas. Los rosales florecen en primer plano. Árboles llenos de frutos maduros.
Vemos a Iolanta junto a su nodriza Martha y sus amigas Brigitta y Laura en un pequeño jardín paradisíaco alegórico, popular entre los artistas de la Baja Edad Media. Unos juglares se encargan de la música. Las ramas se doblan hacia abajo para que Iolanta pueda sentirlas y arrancar la fruta. Los movimientos de la hija del rey se vuelven gradualmente más lentos en el tiempo con la introducción instrumental de la primera escena, hasta que deja que su cabeza se hunda en sus brazos.
Martha cree que está cansada, pero algo más le está sucediendo a Iolanta. Se ha apoderado de ella una oscura sensación de premonición. ¿Qué me estoy perdiendo... ¿qué?, canta, suspirando, Ojalá lo supiera. Anhelo algo, pero ¿qué? ¡Ni siquiera me conozco a mí misma! Durante el transcurso de su conversación, ambas mujeres se sienten tan abrumadas por sus emociones, que las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas. Iolanta se da cuenta de que Martha está llorando, a medida que la música se vuelve más animada, tocándole los ojos para confirmar su creencia. Sin embargo, Martha no parece tener que hacer lo mismo con Iolanta. Esto la confunde y solo fortalece sus sospechas. ¡Hay algo ahí que no se puede decir!"
La música vuelve al tempo y al motivo del principio, con la melodía ahora interpretada por el clarinete. La amiga de Iolanta salva la situación temporalmente diciendo que la música es la responsable del repentino estallido de emociones. Pero Iolanta todavía tiene dudas. ¿De verdad solo nos han dado los ojos para que lloremos?, le pregunta a su nodriza y canta las penas que antes le eran desconocidas en un sentido arioso.
Para levantar el ánimo de Iolanta, sus amigas le traen una canasta llena de flores y cantan en un ritmo más alegre. El aroma floral debe disipar sus angustias, dudas y aflicciones. A continuación, Brigitta, Laura y Martha comienzan a cantar la canción de cuna favorita de Iolanta, introducida por un solo de violonchelo. Cansada finalmente se queda dormida.
Escena 2. Mediante un cambio repentino de atmósfera, las trompas anuncian que el rey de Provenza se acerca. Pero primero, los únicos que se ven son el mayordomo del castillo, esposo de Martha, Bertrand, y Alméric al otro lado de la puerta del jardín. Los dos no se conocen, ya que Alméric ha sido nombrado recientemente para el cargo de paje real, al morir su predecesor, amigo de Bertrand.
Bertrand le cuenta la verdad sobre Iolanta, dándole una serie de instrucciones: Está prohibido bajo pena de muerte que los extraños entren en el jardín real, que está completamente aislado del mundo exterior. Iolanta se mantiene allí en secreto, oficialmente se dice que vive en un convento español de las monjas clarisas. Está prometida desde su más tierna infancia a Robert, duque de Borgoña, que ignora su dolencia, pues ellos no se han visto nunca. Iolanta nunca debe enterarse de que es ciega, ni debe descubrir la verdadera identidad de su padre, que solo conoce como el rico caballero René.
Suena la señal de la trompeta y el rey René entra en escena. Ha traído consigo al médico árabe Ibn-Hakia para curar a Iolanta. Mientras Martha y Bertrand conducen al médico hasta la princesa dormida, para que pueda examinarla sin ser visto, René oscila entre el sentimiento de culpa y la autocompasión. En una brillante y solemne aria, le ruega a Dios que le tenga misericordia, cediéndole toda responsabilidad.
El rey René e Ibn-Hakia negocian el precio de la operación. Sin embargo, esto no es un asunto material. El médico pone como condición que su paciente primero tome conciencia de su propia ceguera. René está horrorizado, sobre todo porque Ibn-Hakia ni siquiera puede garantizar que su tratamiento médico tenga éxito. El rey no quiere romper el corazón de su hija con el descubrimiento de su aflicción y trata a Ibn-Hakia como un hombre duro e insensible.
El médico canta una enfática aria con algunas influencias orientales, nombrando a los dos mundos, el carnal y el espiritual, y a la conexión entre mente y cuerpo. Así como ninguna sensación puede ser entendida, si solo el cuerpo la percibe, también la capacidad de ver es mucho más que una sensación física.
Solo cuando Iolanta realmente desee poder ver, será posible una curación. Solo entonces la voluntad podrá abrir a la luz las tinieblas del cuerpo. René rechaza indignado el trato, temiendo por la felicidad de su hija. Se presenta la contradicción entre la desgarradora angustia del padre y la sabiduría del médico. Su fatídica resolución perdura en un vehemente postludio.
Escena 3. Violas y violonchelos recrean los sonidos de los caballos al galope. En una partida de caza, Robert, duque de Borgoña y su amigo el caballero Vaudémont se pierden y llegan al jardín del palacio, introduciéndose por una ventana al salón. Ignorando donde se encuentran a pesar de haber leído el aviso de pena de muerte para los intrusos.
Robert confiesa que está enamorado carnalmente de la condesa Mathilde de Lorraine y desea pedir al Rey que rompa su promesa de casamiento con Iolanta. Lo único que teme es verse obligado a cumplir el compromiso que hizo en su infancia. Cree que debe ser una monja afectada y piadosa, tan fría y desalmada como la piedra. En una apasionada aria de amor, Robert confiesa que está locamente enamorado de Mathilde, Quien puede compararse a mi Mathilde, cuyos ojos negros brillan como las estrellas en una noche de otoño.
El sensible Vaudémont responde con un romance anhelante y conmovedor, en el que contrasta las pasiones carnales y tormentosas de Robert con sus nociones idealizadas del amor. Vaudémont sueña con un ser angelical, uno que sea la imagen misma de una diosa virgen, una belleza majestuosa con una mirada de gracia.
Tchaikovsky compuso esta aria, que originalmente no estaba incluida en la ópera, durante los ensayos para el estreno mundial, a petición del tenor Nikolay Figner, que ya había tenido un gran éxito en la creación del papel de Hermann en “La Reina de Picas”.
Siguiendo su curiosidad y el rastro de pequeñas huellas encantadoras, de un hada dice Robert, los dos intrusos masculinos encuentran la puerta de la terraza abierta, detrás de la cual se encuentra la dormida Iolanta. Cada uno reacciona de manera completamente diferente. Mientras Robert cree que es una bruja y se apresura a salir inmediatamente, para llamar a sus tropas para que los ayuden, Vaudémont ve en ella al ángel. ¿Esta imagen de una pureza virginal no hace palpitar tu corazón?
Es un ángel dice a su compañero para que también la observe. Pero con su talante materialista Robert le contesta, solo es una muchachita.
Vaudémont observa a Iolanta dormida y queda prendado de su belleza, un amor a primera vista. Iolanta se despierta entrando en el salón. Les ofrece vino, pero mientras lo va a buscar Robert convencido de que es una bruja que ha hechizado a su amigo, marcha para pedir ayuda y rescatar a Vaudémont.
El caballero, que se queda solo, y la hermosa princesa se sienten atraídos el uno por el otro a la vez, como por algún poder mágico. La ópera llega a su clímax dramático con la música frenética que parece reflejar los sentimientos más íntimos de los dos personajes. Vaudémont le pide a Iolanta una rosa roja como recuerdo de nuestro encuentro y del cálido rubor de tus mejillas, pero en su lugar la princesa indefensa le entrega tres rosas blancas, una tras otra.
Al darse cuenta de que es ciega Vaudémont se queda sin palabras. Lleno de compasión por ella, que rompe a llorar, intenta explicarle lo que significa ver, abrazar la luz de Dios. Cuando ella le pide que le explique qué significa luzél estalla en éxtasis en una potente aria La maravillosa primera obra de la creación, el primer regalo del Creador al mundo. Sin luz, no puede haber reconocimiento de Dios y de la belleza de su creación.
Iolanta se une a él en la canción, convirtiendo su solo en un dúo. Sin embargo, aunque repite la enfática melodía de Vaudémont, contradice su punto más decisivo. Ella le dice persuasivamente: No necesito la luz para dar alabanzas eternas a Dios.
¿Se puede ver el gorjeo de un pájaro en el rosal, o el rápido murmullo de un arroyo en la arena? ¿Se puede ver el retumbar de un trueno en el cielo, los trinos de un ruiseñor, el perfume de una flor, la voz y tus palabras?
La muchacha opone al sentido de la vista el del oído, el olor de la naturaleza y la música. Un amor sublime parece unir a los dos jóvenes. Vaudémont jura su amor, afirmando que no le importa que Iolanta sea ciega.
Escena 4. Desde fuera del escenario, Iolanta es llamada por su nodriza y sus amigas y luego por el Rey. Los jóvenes son descubiertos juntos cuando entran en el salón. Hay una gran indignación cuando descubren a un extraño con Iolanta y se dan cuenta de que también le ha revelado su ceguera. El monarca está furioso con el hombre que ha revelado el secreto a su hija. Ibn-Hakia, que también se ha unido al grupo, es el único que se alegra. La verdad no puede permanecer oculta para siempre y tiene un breve momento de esperanza de que la luz despierte el deseo en ella. Pero lejos de eso, Iolanta no está segura. El médico interviene diciendo que ahora que Iolanta sabe qué es la luz y el color y si desea ver, se podrá curar, pues las enfermedades tienen en cuenta el cuerpo y el espíritu.
Ante las dudas de la muchacha, ¿Puedo ardientemente desear algo que solo comprendo confusamente?, el Rey piensa una estratagema. Si el tratamiento del médico falla Vaudémont morirá. Finalmente para salvar al caballero Iolanta desea el método propuesto por el árabe.
Para salvarlo, me rendiría a cualquier sufrimiento, la hija del rey consiente en el tratamiento, cantando el dúo de su amante una vez más con Vaudémont como recordatorio de su promesa, antes de ser llevada por el médico. Como el cordero de Dios, se enfrenta al sufrimiento, dice su padre.
Las fanfarrias anuncian la llegada de Robert con sus hombres. Durante la espera el Rey pide perdón a Vaudémont por su engaño y lo libera de su posible castigo. Vaudémont pide al Rey la mano de su hija, el cual le responde que no es posible por estar prometida con otro.
Robert vuelve con el fin de liberar a su amigo, pero encuentra al monarca y le promete cumplir su compromiso de matrimonio con Iolanta. Presionado por su amigo finalmente confiesa que se ha enamorado de otra. El rey cancela el compromiso con Robert y acepta dar la mano de Iolanta en matrimonio a Vaudémont, que se ha enamorado con tanta pasión que está dispuesto a casarse con ella a pesar de su ceguera.
Entonces resuenan los gritos de júbilo de todo el coro, ¡Iolanta ve la luz! El remedio ha funcionado. Al principio confundida y asustada por las nuevas sensaciones, un sentimiento también expresado por un brillante solo de violín, esta resplandeciente luz insoportable. El árabe le dice, mira hacia arriba, el cielo no te espantará.
Contempla las personas aparentemente desconocidas que la rodean, a quienes solo reconoce por su tacto o el sonido de su voz, Finalmente se une a todos en una poderosa canción que alaba a Dios, el Creador todopoderoso. Una curación lograda por amor.
El cuento fantástico de Iolanta puede interpretarse psicoanalíticamente en diferentes niveles. No se sabe exactamente hasta qué punto Tchaikovsky se identificó con la desdichada heroína de su ópera.
La ceguera se puede interpretar como un símbolo de la virginidad y de la ignorancia del amor, pues la protección de su padre no le ha permitido relacionarse con ningún hombre. Siempre ha vivido rodeada de mujeres. En este sentido nos parece simbólica la escena de la rosa blanca, símbolo de virginidad y la rosa roja simbolizando el amor carnal. En dicha escena la joven Iolanta pasa del estado de adolescente ignorante a su transformación en mujer adulta.
Timothy L.Jackson ha propuesto una conexión entre la ceguera de Iolanta y la homosexualidad de Tchaikovsky, especulando con la posibilidad de que el compositor se hubiera identificado a sí mismo, al igual que Iolanta, como un sujeto apartado del mundo debido a su deficiencia congénita, que sólo puede ser curada a través del propio reconocimiento y del deseo de curación.
Otra posible interpretación sería considerar a Iolanta como una alegoría del artista que vive en un mundo de sueños, protegido de la realidad. Desde otro punto de vista, el Rey representa el principio de autoridad, que no quiere que su hija conozca la verdad. Un claro ejemplo del amor posesivo, deseoso de conservar a su hija por todos los medios.
Por otra parte, el médico afirma que el conocimiento de la verdad es condición indispensable para la curación de Iolanta. Los principios autoritarios del rey habrían triunfado si el médico no hubiera intervenido en diferentes ocasiones en favor de Iolanta. El amor triunfa finalmente.
Musicalmente el Rey René es el bajo profundo típico de la ópera rusa, especialmente en su aria llena de patetismo, ¿Señor, es a causa de mis pecados que un ángel deba sufrir? El personaje más original es el del médico árabe. Tchaikovsky no es un orientalista en su producción melódica. Su aria principal no posee los habituales arabescos. Es de aire esotérico que nos conduce a los sentimientos panteístas del compositor.
Robert es el símbolo del vitalismo, del amor carnal, presentado en su aria, Quién puede compararse a mi Mathilde. De modo opuesto es contestado por Vaudémont, no, los encantos de una belleza ardiente no me dicen nada, demostrando su idealismo.
Rimski-Korsakov criticó el aria exaltada de Vaudémont de carácter verdiano, Primera maravilla de la creación, al opinar que se trataba de una cita de la melodía de Anton Rubinstein Abrid las puertas de mi cárcel, dejadme ver la luz del día, calificando a Tchaikovsky de sinvergüenza. Pero puede ser considerado como la espontaneidad de una asociación de ideas.
Una obra que puede ser considerada como un drama cristiano por sus frecuentes referencias religiosas. Durante la época soviética el texto fue modificado, eliminando todas las referencias a Dios, sustituyéndolo por naturaleza, luz o conocimiento. Actualmente se representa en su versión original estrenada en la época zarista.
A diferencia de muchas otras óperas, el final de Iolanta no es únicamente la celebración de una pareja que finalmente se ha encontrado, sino un amor ilimitado que lo incluye todo. Todos los secretos han sido revelados, todas las mentiras han sido aclaradas. El jardín ha sido abierto. El sueño de Piotr Tchaikovsky de una sociedad amorosa sin exclusiones, se ha hecho realidad en el escenario.
Fue algo que el compositor nunca pudo experimentar en vida, debido a su propia orientación sexual. La homosexualidad era, y sigue siendo, no solo en Rusia, un tema tabú. Tchaikovsky en 1875 escribió en una carta a su hermano Anatoly, Es cierto que mi maldita homosexualidad crea un abismo insalvable entre la mayoría de la gente y yo. Imprime a mi carácter un distanciamiento, un miedo a la gente, una timidez inmoderada, una desconfianza.
En una carta del año siguiente, declaró su intención de contraer matrimonio legal para mantener la fachada, escribiendo, encuentro que nuestras 'inclinaciones' son para ambos el obstáculo más grande e insuperable para la felicidad, y debemos luchar contra nuestra naturaleza con todas nuestras fuerzas. La homosexualidad como secreto y el matrimonio como muro de protección están representados en el jardín de Iolanta.
Klaus Stübler en su crítica, resume la obra en las siguientes frases. A menudo se dice que el amor es ciego. Sin embargo, en la última ópera de Tchaikovsky, es exactamente lo contrario: la hija del rey, Iolanta, es ciega y recupera la vista porque se enamora; aunque todo el asunto es en realidad un poco más complicado. Otra cosa que sabemos que es cierta es que para estar sanos, tenemos que quererlo realmente por nosotros mismos. Sin embargo, Iolanta no es capaz de reunir la fuerza de voluntad necesaria.
Debido a que su ceguera se ha mantenido en secreto, no sabe lo que es ver y, por lo tanto, no desea en absoluto este sentido. Primero tiene que venir un caballero enamorado a ganarse su afecto. Pero esto por sí solo no es suficiente para la princesa, cuyos deseos se cumplen casi siempre, seguramente podría tomarlo por esposo a pesar de su ceguera. Solo cuando es amenazada con la ejecución del caballero, Iolanta acepta el tratamiento del médico y aprende a ver. A veces hay que obligar a la gente a hacer lo que es bueno para ellos...
La última ópera de Tchaikovsky es esencialmente una pieza lírica, con una acción escénica muy limitada y sin grandes números virtuosos, pero cuya música tiene una profundidad, interioridad y luminosidad melódica sin igual entre las obras de la época. La soprano Anna Netrebko, que en una ocasión interpretó el papel protagonista, tiene una hermosa fórmula para resumirlo: Es la música la que te hace feliz. Es una ópera asombrosa, todos los protagonistas son reconocidos y cantan arias espléndidas.
Anna Netrebko es consciente de que Iolanta exige mucho a cada uno de los participantes, especialmente al intérprete del papel principal. Es fundamental estar perfectamente preparado a nivel técnico: Necesitas un control absoluto de la respiración, y tener mucho color en la voz.
Pero también es un papel que requiere una gran madurez de cabeza y corazón: Ciertamente hay gente capaz de cantar eso a los veinte años. Me tomó un tiempo entender lo suficiente sobre el canto y sobre la vida, dijo la soprano en una entrevista con el diario berlinés Tagesspiegel con motivo de su gira de 2012.
Esta experiencia, que sólo la vida puede darnos, es precisamente la que impulsó a Tchaikovsky a componer Iolanta. En 1878 mientras trabajaba en su ópera más famosa y frecuentemente representada, "Eugene Oneguin", escribió a su discípulo Sergei Taneyev con referencia explícita a "Aida" de Verdi, que se había estrenado siete años antes: siempre disfrutaré escribiendo una ópera que tenga grandes efectos, pero cuyos personajes estén cerca de mí y tengan sentimientos que conozco y comprendo. No conozco las emociones de una princesa egipcia, de un faraón o de un nubio delirante, no las entiendo. Busco un drama íntimo pero conmovedor, que escenifique un conflicto a partir de situaciones que yo mismo he vivido o presenciado, y que sean capaces de tocar mi corazón.
Una anotación en su diario, fechada el 5 de julio de 1892, sugiere que al componer Iolanta Tchaikovsky era consciente de que se estaba despidiendo de los escenarios, tal vez incluso de cualquier forma de actividad creativa. Tengo que triunfar en mi nueva ópera en un acto, Iolanta, comentó como para animarse a dar lo mejor de sí mismo. Planeo escribir otra sinfonía, después de lo cual dejaré que los jóvenes hablen.
Esto es lo que desafortunadamente sucedió. Después de Iolanta, Tchaikovsky aún tuvo tiempo de completar su grandiosa sexta sinfonía, la Sinfonía Patética, y luego murió el 6 de noviembre de 1893.
Probablemente sería exagerado decir que Tchaikovski compuso la Patética y Iolanta porque intuía que se acercaba la muerte. Sin embargo, lo cierto es que esta parábola de cuento de hadas gira en torno a cuestiones fundamentales, propias de obras de gran madurez. Es una cuestión de conocimiento, de reconocimiento, de liberarse del velo de las apariencias. Como bien dijo Antoine de Saint-Exupéry: solo se puede ver bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
Finalmente citamos unas frases del comentarista Christian Wildhagen en relación a la súbita curación de Iolanta afirmando: por lo tanto, no importa que la hija ciega del rey recupere milagrosamente la vista al final de la ópera, o más bien, como dice el texto de Hertz, altamente teñido de religiosidad, se convierta en una "vidente". Porque la muchacha ciega hace tiempo que reconoció al hombre que ama, el caballero Vaudémont, por su voz, es decir, con su corazón.
Desde este punto de vista, Iolanta es una ópera que prescinde fácilmente de la puesta en escena; Es una ópera para nuestra voz interior. Anna Netrebko va en esta dirección cuando dice que prefiere escuchar la obra en concierto o grabada, Porque el concierto da más libertad a la imaginación. En concierto, puedes imaginar cosas y sentimientos por ti mismo. Es muy conmovedor.
Algo que ha comprobado personalmente el autor de estas páginas. La audición de una grabación le produjo una mayor emoción, hasta llegar a las lágrimas, que ver su representación teatral escenificada.
[1] Los interesados en Historia de Catalunya pueden leer el anexo correspondiente, pág.112 de esta misma obra.