Niccolò Zingarelli (1752-1837) es conocido por sus obras para el teatro lírico, como era de esperar de un italiano. Estudió con Cimarosa y fue maestro entre otros de Bellini. Su contribución al campo de la sinfonía, a pesar de ser importante, es poco conocida. Compuso 12 sinfonías en tres movimientos, 57 en un solo movimiento y 15 que dejó sin terminar.
El primer grupo de 12 sinfonías fue compuesto durante su estancia en Milán entre los años 1781 y 1789. Se conocen como las Sinfonías Milanesas. Su estilo e instrumentación es la clásica, cuerda, dos oboes y dos trompas.
La “Sinfonía milanesa en re menor” denota la influencia de Haydn y el movimiento del Sturm und Drang. Mientras que la “Sinfonía milanesa en mi mayor” es de influencia mozartiana, como se puede comprobar en los acentos de su primer movimiento.
En los últimos años de su vida, transcurridos en Nápoles, de 1815 a 1836, escribió 57 breves sinfonías en un movimiento, un allegro de sonata precedido de una introducción lenta. Era la moda italiana de escritura sinfónica, parecida a la obertura operística, como un retorno a sus orígenes. Compositores como Rossini también la emplearon. La paleta orquestal usada es más amplia que en sus primeras sinfonías, usando además de los instrumentos habituales, flautas, fagots y clarinetes. Sigue en la línea de Haydn, usando temas inspirados en Mozart, a pesar de la época tardía de su composición.
La “Sinfonía en re mayor” posee una gran vivacidad rítmica, con un constante juego de los instrumentos de viento, especialmente de las flautas y el oboe. Mientras que en la “Sinfonía en mi bemol mayor”, los papeles principales están reservados al clarinete y a la trompa. En el allegro las flautas desarrollan un tema inspirado en Mozart.
La “Sinfonía fúnebre en do menor” está fechada en Torre del Greco en 1836. Es una obra de tonos lúgubres que anuncian la muerte, cosa que se producía un año después. Pero a pesar de ello conserva los ritmos italianos que la liberan en parte de esta tristeza.