Diego Vega (1968-) nació en Bogotá en octubre de 1968. Aprovechamos la ocasión para introducir parte de un artículo aparecido en el periódico digital Colombia que refleja la situación actual de la música académica en el país andino.
Si no se baila o no se canta, no cuenta. Ese parece ser el eterno problema con la música culta en Colombia, esta se encuentra tan lejos de lo popular que parece que no está hecha para un país con inmenso gusto para lo fácil y pegajoso, eso que no requiere mayor esfuerzo y además sirve para el chiste fácil y a veces incómodo.
No es fácil hacerse un lugar en el ámbito musical clásico en el país, y no se trata exclusivamente de que sea un espacio selecto por asuntos de estratos sociales, más que cerrado es un círculo muy pequeño, porque sin restarle méritos al folklore, el cual es un elemento muy importante y digno de reconocimiento, estudio y permanencia; lo comercial y de fácil digestión es lo que manda y vende.
Diego Vega es uno de los compositores colombianos más reconocidos en el ámbito musical del mundo, pero como suele ocurrir con nuestros cultos exponentes, son casi desconocidos por la gran mayoría de sus compatriotas, por la sencilla razón de que su música no aparece en todos los canales de televisión, estaciones de radio y videos musicales.
Antes que escribir unas notas biográficas de segunda mano, es preferible dejar que el propio compositor nos hable de su vida y obra.
Como el más joven de una familia numerosa y musical, he estado escuchando música desde antes de nacer. La historia que mi mamá solía contarme era que si mi papá no tocaba ciertos discos de música cuando yo lo solicitaba, cantando y balbuceando desde la cuna, lloraba. Mi familia también escuchaba y tocaba mucha música folclórica colombiana, y mis hermanos, mi hermana y mi papá con frecuencia tenían jams de música colombiana en casa. Las canciones populares y el jazz también formaban parte del repertorio. Mi papá tocaba el saxofón y mis hermanos tocaban otros instrumentos, pero principalmente el piano, un viejo Rachals en el que empecé a aprender a tocar a los 5 años.
Más tarde, a los 9 o 10 años, recuerdo que mi hermana me tocó un disco con música del compositor colombiano Blas Emilio Atehortúa. Escuchar un tipo de música colombiana que no eran los pasillos y bambucos tradicionales a los que estaba tan acostumbrado fue una revelación para mí: entendí por primera vez que la música clásica también podía ser compuesta por colombianos.
Fue después de esta experiencia que me di cuenta por primera vez de que quería componer música. A pesar de que interpretar música era gratificante, también quería escribirla, inventarla. Creo que cuando compones tienes el poder de imaginar y crear un nuevo mundo, un organismo vivo desconocido con todos sus detalles y complejidades, que otras personas pueden experimentar cuando escuchan una interpretación de la música.
Mi música siempre ha estado influenciada por todos estos eventos. A medida que he buscado mi voz, he sintetizado continuamente música clásica, música colombiana, jazz y mis compositores favoritos.
Además de componer regularmente desde aproximadamente 1990, también he enseñado teoría musical y composición en Colombia y los Estados Unidos. Tuve el honor de pertenecer a la primera generación de compositores egresados de la Universidad Javeriana en Bogotá, Colombia, donde estudié composición con Guillermo Gaviria y piano con Radostina Petkova.
Más tarde, continué mis estudios de posgrado en los Estados Unidos: mi maestría en la Universidad de Cincinnati College-Conservatory of Music con Ricardo Zohn-Muldoon y Joel Hoffman; y mi doctorado en la Universidad de Cornell con Steven Stucky y Roberto Sierra. Actualmente, enseño composición y teoría en la Escuela de Música de la UNLV.
La "Sinfonía para orquesta de cuerda" compuesta en 1992 fue estrenada por la Orquesta de Cámara Javeriana dirigida por Svetoslav Manolov. La pieza se inspiró principalmente en algunas de las obras del período neoclásico de Stravinsky, particularmente Apollon Musagète y el Concierto en Re.
La Sinfonía está claramente estructurada como una forma Sonata. Sus dos temas que contrastan musical y dramáticamente se oponen entre sí durante el desarrollo y concluyen la obra reconciliando sus diferencias en la recapitulación. El primer tema es rítmico, angular con un carácter inestable, mientras que el segundo tema es más lírico y cantabile.
La “Sinfonía en un movimiento” fue compuesta en 1993 y estrenada por la Orquesta Sinfónica de Colombia en Bogotá, dirigida por Dimitar Manolov en noviembre de 1994. Está orquestada para piccolo, dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagots, contrafagot, cuatro trompas, dos trompetas, dos trombones, trombón bajo, timbales, cuatro percusionistas, arpa, piano y cuerda.
Con una duración de unos 12 minutos está escrita en un movimiento siguiendo la corriente neoclásica del Siglo XX, explorando los límites de la tonalidad siendo una obra difícil de interpretar. Escrita en forma tripartita empieza con tranquilidad, con un potente allegro central que es iniciado por la percusión.
La "Misa de Pentecostés" para coro y orquesta fue compuesta entre 1994 y 1995 para la Catedral de Nôtre-Dame de París y después se orquestó para una grabación de la EAFIT, interpretada por la Orquesta Sinfónica de la Universidad y coros. Se revisó en 2012.
El "Primer concierto para clarinete y orquesta" compuesto en 1996 fue estrenado por la Orquesta Sinfónica de Colombia, dirigida por Dimitar Manolov, con Christopher Jepperson, al clarinete.
El "Movimiento para piano y orquesta de cámara" compuesto en 2002, fue estrenado durante el Cornell Festival por la Chamber Orchestra, Cornell University, con Augustus Arnone al piano; dirigido por el compositor en el mes de abril de 2002
El "Concierto para piano y orquesta de cámara" compuesto en 2004 fue estrenado durante el Cornell Festival de 2004 por la Chamber Orchestra, Cornell University, dirigida por el compositor con Shane Levesque al piano.
"Tumbaos para orquesta" fue compuesta en 2007 y estrenada por la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Syracuse bajo la dirección de James Welsch. Siguen los comentarios escritos por el compositor. Las dos ideas musicales principales de Tumbaos se derivan de una serie de obras cortas improvisadas, Divertimenti, que compuse durante el verano de 2006 en California y Colombia.
La primera idea, una fanfarria, abre y cierra la pieza con una destacada participación de la percusión y los metales. La segunda idea se basa en una serie de patrones rítmicos de la música afrocubana "Bembé" y la música colombiana, "merengue colombiano". Estos patrones o 'tumbaos' se presentan en diferentes combinaciones instrumentales, mientras que también se transforman y desarrollan constantemente en una secuencia de texturas de múltiples capas. Tumbaos fue encargado por James Welsch y está dedicado a mi compañero David.
El "Segundo Concierto para clarinete y orquesta" fue compuesto en 2008 siendo estrenado por la Orquesta Sinfónica de Colombia con el clarinetista Javier Vinasc.
El "Divertimento" compuesto en 2008 para clarinete, violín, cello y piano fue estrenado en el III Festival Internacional de Música de Cartagena en 2009. La obra consta de cuatro movimientos.
El propio compositor lo comenta. El primero es un preludio que introduce los temas principales de la obra y está inspirado en el "bembé", un ritmo afrocubano. El segundo movimiento, Toccata, introduce a la pieza un carácter más rítmico, agitado y virtuoso, retomando temas del primer movimiento.
Sigue Danza – Arrullo, una canción de cuna inspirada en la danza bogotana, prima de la habanera y el tango, Durante el transcurso de este movimiento se podrá escuchar la canción de cuna después de una corta introducción y luego, cuando el bebé finalmente se duerme, se escuchará la música de su sueño, una pequeña y rítmica aventura que concluye con una versión aún más serena y contemplativa de la canción de cuna. Finalmente, el rítmico y agitado Bambuco fiestero, Perpetuum mobile, concluye la obra.
Los "Poemas Sinfónicos" fueron escritos en 2009 durante su estancia como residente en el Banff Centre en Canadá. Compuesta por dos poemas Cascade y Bow, se estrenó el 4 de julio de 2009 interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia dirigida por Baldur Brönnimann.
La “Sinfoniae Profanae” fue compuesta en 2009 para órgano y quinteto de metales. Encargada por el Banco de la República de Colombia fue estrenada por Pascal Marsault, órgano y el Ensamble Collective Cuivre, el 21 de Julio de 2010 en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá, en conmemoración de los 200 años de la Independencia de Colombia. Intérpretes del Ensamble Collective Cuivre: Clément Saunier, Alexandre Batty, trompetas; Benoît de Barsonny, trompa; Fabrice Millischer, trombón; Jérémie Dufort, tuba. La obra tiene tres movimientos:
El primer movimiento, Organum, se refiere al antiguo término utilizado para describir la primitiva polifonía. Escritura para diferentes voces, tanto en movimiento paralelo como contrario.
El segundo movimiento, Antiphonæ, aunque por su título sea profana nos recuerda sus orígenes relacionados con la liturgia cristiana que se refiere al acto de la celebración. Corresponde al movimiento lento.
El tercer movimiento, Sequentiæ, también de origen religioso es de carácter amable e hipnótico. Consiste en una breve sección alegre que cierra esta obra que según su autor identifica a una sinfonía de cámara.
Según explica el compositor: La obra continúa en la línea que ya venía trazándose por obras anteriores recientes, como mi Segundo Concierto para Clarinete y Orquesta, los Poemas Sinfónicos y el Divertimento. La consonancia y las sonoridades de las tríadas plantean progresiones con una funcionalidad diferente a la de la tonalidad tradicional.
Los campos armónicos y el uso de conjuntos hacen parte de las técnicas armónicas en función de una forma y una expresividad clara y sin pretensiones. Las texturas y combinaciones instrumentales juegan con la percepción del oyente y con las propiedades acústicas de los instrumentos… La Sinfonía Profana es un exquisito juego sonoro entre el quinteto y el órgano que, por sí solo, podría imitar al quinteto. Esta flexibilidad del órgano permite que el juego polifónico de la obra se duplique a través del simple potencial sonoro.
"Música Muisca" compuesta en 2011 para orquesta de cámara, fue escrita para la Ithaca College Chamber Orchestra, que la estrenó dirigida por Jeff Meyer. La pieza nos conduce a la época prehispánica de Colombia. Es una fantasía del compositor sobre cómo podría haber sido la música de esos pueblos antiguos, pero adornada por destellos de la música contemporánea.
"Red Rock" es un poema sinfónico encargado por la Henderson Symphony Orchestra dirigida por Taras Krysa, que la estrenó en el otoño de 2013. La música se basa en la interacción de dos temas musicales, el primero, tranquilo y diatónico, presentado por las trompas después de la introducción y elaborado por las trompetas y los instrumentos de viento; y el segundo, más angular y cromático, también introducido por un solo de trompa en la segunda sección.
Similar a una forma sonata, estos materiales pasan por transformaciones y desarrollos en la sección central, y regresan evolucionados y reconciliados al final del movimiento. La pieza sugiere un viaje sobre el impresionante paisaje del cañón Red Rock, con sus agudos contrastes geológicos, sus formas siempre cambiantes y sus sorprendentes colores.
"Espíritu de Pájaro", empezada en 2018 se estrenará el 4 de noviembre de 2022 en Bogotá. Una obra de música sinfónica y danza contemporánea, que será interpretada en la sala principal del Teatro Colón por la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia y la Compañía Cuerpo de Indias de El Colegio del Cuerpo. La dirección y concepción coreográfica será de Álvaro Restrepo y la dirección musical del antioqueño Juan Felipe Molano.
Encargada por la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia Espíritu de Pájaro está dedicada a las comunidades indígenas de la nación e inspirada en poemas de autores como el camëntsá Hugo Jamioy, el yanacona Fredy Chikangana y el wayuu Vito Apüshana. El título mismo de la obra toma su nombre del poema homónimo de Fredy Chikangana.
La creación de Espíritu de Pájaro, basada en poemas escritos por poetas indígenas colombianos, encuentra su rumbo en la belleza y agudeza de los mensajes hallados en los textos. Según lo relata Diego Vega: Gracias a estas imágenes y a la interpretación que hice de esos mensajes, construí mi propia antología de poemas, agrupándolos en tópicos que finalmente se convirtieron en la fuente de inspiración para la composición de las escenas de esta obra.
Espíritu de Pájaro comienza con una cosmogonía indígena, seguida por una narración de la vida antes de la conquista, pasando por la violencia y la subordinación, el olvido, la lucha por la dignidad, y terminando en un movimiento dedicado a la esperanza y a la reconciliación en la Colombia actual.
La etnomusicóloga Beatriz Goubert define a Espíritu de Pájaro como una obra desvinculada de la historia oficial que celebra la conquista y la adopción del idioma español. Comprende la violencia cultural y los daños históricos hacia los pueblos indígenas y el olvido sistemático al que han estado relegados, que se contrapone al esfuerzo, así mismo, sistemático de los pueblos indígenas por su sobrevivencia en la diferencia étnica.