LA SINFONIA EN ESPAÑA

ARRIAGA

32 - La Sinfonía en España

El ambiente de la música en España en esta época, era un pálido reflejo de lo que sucedía en Italia, donde triunfaba la Opera y se abandonaba la música sinfónica. Tanto la corona como la nobleza eran italianizantes o sea amantes del teatro lírico. Los burgueses seguían en esta línea. Amaban a Rossini y desconocían a Beethoven. En el pueblo floreció el género lírico nacional al que se le llamó Zarzuela.

El primer Conservatorio que se fundó fue el Real Conservatorio de Madrid, mediante una Real Orden del 15 de julio de 1830. La iniciativa surgió de la reina María Cristina, cuarta esposa de Fernando VII, napolitana y amante de la música. Como director eligió al tenor Francisco Piermarini, mas por sus atributos físicos que por su prestigio musical. Se inauguró el 2 de abril de 1831. Entre sus maestros destacaron Ramón Carnicer y Pedro Albéniz. Figuras ilustres fueron Eslava, Monasterio y Arrieta.

En Barcelona se creó el Conservatorio del Liceo en 1838 con profesores tan notables como Humperdinck, al que sucedió en 1886 Gabriel Balart (1824-1893), como profesor de armonía y composición. La Escuela Municipal de Música de Barcelona se creó en 1886. En otras ciudades españolas también se crearon sus respectivos Conservatorios.

La música sinfónica en España no empieza a interpretarse hasta la segunda mitad del Siglo XIX. En la época clásica el género fue muy poco cultivado, conociéndose solo la única obra de Arriaga. Las auténticas sinfonías apenas se interpretaron en la primera mitad del siglo. Se consideraba que eran obras demasiado extensas y difíciles para un público no acostumbrado a la música sinfónica. Muchas veces se contentaban con escucharlas parcialmente, interpretándose un solo movimiento.

La actividad musical de Madrid recibe un gran impulso a mitad de siglo con la inauguración del Teatro Real y del Teatro de la Zarzuela, construido por iniciativa privada. Francisco Asenjo Barbieri (1823-1894) nacido en Madrid, fundó la Sociedad de Conciertos en 1866, tomando como base a los músicos que actuaban en el foso del Teatro de la Zarzuela. Sus primeros conciertos tuvieron lugar en el Circo del Príncipe Alfonso.

Una proeza para Barbieri fue la interpretación de una sinfonía de Beethoven entera, la Séptima, con todos sus movimientos y ser premiada su actuación con un gran aplauso. Costumbre de la época era que el público aplaudía al final de cada movimiento y si los aplausos eran muy insistentes se repetía el movimiento. Con esto se perdía la unidad de las obras, pero de esta manera tanto el público como los músicos podían relajarse y descansar durante la interpretación de estas largas y dificultosas obras. Es curiosa la anécdota protagonizada por uno de los contrabajos de la orquesta, que durante los ensayos, el hombre que era andaluz gritó, “¡Paco, esta sinfonía dura mas que un par de botas!”.

La “Quinta Sinfonía” de Beethoven fue estrenada en el año 1867, así como la “Pastoral”. Esto nos indica el gran retraso que vivía nuestra música sinfónica.

Barbieri dirigió la Sociedad de Conciertos entre 1866 y 1868. Al presentar su dimisión por cuestiones económicas, relativas al mantenimiento de un nutrido coro, fue sustituido por Gaztambide por poco tiempo. En 1869 debutó el cántabro Jesús de Monasterio (1836-1903) que permanecería hasta 1876. Interpretó tres de las sinfonías de Miguel Marqués.

La “Novena” de Beethoven fue estrenada por Mariano Vázquez el 2 de Abril de 1882. Su sucesor fue el salmantino Tomás Bretón (1850-1923) hasta 1891, siendo sustituido por el italiano Mancinelli. En la etapa final, esta orquesta estuvo dirigida por importantes músicos, destacando Hermann Levi, Lamoreux, Saint-Saëns, Karl Muck y Richard Strauss.

La Sociedad de Conciertos desapareció en 1903. Su sucesora fue la Orquesta Sinfónica de Madrid. Entre las obras interpretadas por esta orquesta encontramos una “Sinfonía en mi bemol” de Juan Casamitjana (1805-1881), la “Sinfonía en mi mayor” de Zubiaurre, la “Primera Sinfonía” de Bretón y las obras de Miguel Marqués.

Músicos del Liceo formaron la Sociedad de Conciertos Barceloneses dirigida por Monasterio, pero duró muy poco. Casamitjana crea en el año 1866 en Barcelona una Sociedad de Conciertos Clásicos. Antonio Nicolau (1858-1933) en 1892 estableció la Sociedad Catalana de Conciertos. Entre sus directores encontramos a Vincent d’Indy y se interpretaron todas las sinfonías de Beethoven. A esta Sociedad le sucedió en 1897 la Sociedad Filarmónica entre cuyos directores encontramos a Weingartner y a Richard Strauss.

Entre los autores de sinfonías destaca el mallorquín Miguel Marqués (1843-1918), cuya “Primera sinfonía en si bemol” fue presentada en 1869 y su segunda en 1870. A estas sinfonías seguirían otras tres que alcanzaron gran éxito entre el público. La última de las cuales, la “Quinta sinfonía en do menor” se estrenó el 29 de febrero de 1880. La única editada fue la “Tercera sinfonía en si menor” de 1876, siendo interpretada en Munich. Sería interesante rescatarlas del olvido, pues no poseemos ninguna sinfonía española de la época romántica.

Entre los músicos catalanes destaca Felipe Pedrell (1841-1922), nacido en Tortosa, iniciador del renacimiento musical catalán y gran admirador de Wagner. Entre sus obras se encuentra “La Sinfonía de las montañas”, pero que pertenece a principios del próximo siglo.

Juan Crisóstomo Arriaga  (1806-1826) es el único compositor español conocido internacionalmente, que compuso una sinfonía en el siglo XIX. Nacido en Bilbao, empieza el estudio de la música en su ciudad natal. Artista precoz, a los doce años compone una Obertura. Poco tiempo mas tarde se estrena en Bilbao su ópera “Los esclavos felices” con gran éxito. En 1822 es enviado por su padre a París para perfeccionar sus estudios. Sus brillantes dotes lo convierten pronto de alumno en maestro. Allí compuso su única sinfonía. Sus obras más importantes son sus tres cuartetos de cuerda. El 17 de enero de 1826 moría prematuramente, al parecer a causa de la tuberculosis y se perdía a uno de los más brillantes compositores españoles.

La “Sinfonía en re menor” parece que fue escrita en 1824, pero no tenemos datos de la fecha exacta ni de su estreno. Su modelo son los clásicos vieneses. El primer movimiento empieza con una introducción adagio, que enlaza por medio de una aceleración progresiva de las cuerdas graves con un allegro en forma de sonata, cuyo tema principal  es un rítmico motivo del cual mediante una variación, nace el segundo tema más melódico. Concluye con una stretta.

El segundo movimiento andante, empieza con el primer tema presentado por las cuerdas, con una expresiva frase complementaria interpretada por el oboe. El segundo tema lírico nos recuerda a Mozart. El menuetto es de aire totalmente clásico, con un trio interpretado por la flauta, de carácter pastoral y luego participando el oboe en una frase central. El allegro con motto final, presenta un primer tema agitado, contrastando con el segundo tema más lírico. La sinfonía termina en re mayor, el mismo tono con el cual se ha iniciado. Con lo cual existe confusión al definir la tonalidad de esta obra. Este proceso llevará en un futuro a los compositores a no indicar la tonalidad principal de sus obras.