La “Sinfonía Nº 8 en do menor” Op.65 fue escrita en Moscú durante el año 1943, terminando su primer movimiento el primero de agosto. Establecido en Ivanovo, al noreste de Moscú con su familia, continuó la obra terminándola el 5 de septiembre. La dedicó a Yevgeny Mravinsky, quién la estrenó en Moscú el 4 de noviembre, interpretada por la Orquesta Filarmónica de Leningrado.
La obra no fue bien recibida por la crítica soviética, especialmente por su conclusión poco optimista. Para remediar esta situación el gobierno la subtituló como Sinfonía Stalingrado, puesto que la batalla de Stalingrado se estaba librando en aquella misma época. El 2 de febrero de 1943 el ejército alemán era derrotado en Stalingrado y aquello fue considerado como el principio de la victoria rusa. Dijeron que se trataba de una oración fúnebre dedicada a todos los que murieron en el frente de combate. A pesar de todo ello, la sinfonía no resultó del agrado del régimen soviético, siendo mas tarde una de las obras objeto del ataque en el congreso de 1948 presidido por Zhdanov.
El primer movimiento, adagio, allegro non troppo, está escrito en una extensa forma sonata. Empieza con un dramático motivo interpretado por la cuerda en octavas, un tema que el musicólogo David Haas llama tema del destino, asociándolo con la obra de Beethoven. El primer tema es presentado por la cuerda. Los violines exponen una amplia melodía en forma de una angustiosa idea. El segundo grupo temático también es presentado por los violines, otro desconsolado tema, acompañado por simples diseños de la cuerda. En la sección de desarrollo el segundo tema es llevado hasta su climax de un modo progresivo de forma brutal, seguido de unas partes bastante disonantes. Con el acompañamiento de ritmos militares el tema principal es interpretado en forma de canon por trompetas y trombones. En la recapitulación el tema del destino es presentado solemnemente en una versión disonante, siendo seguido por un meditativo solo del corno inglés, que nos lleva hacia la repetición del segundo tema. Las trompetas nos conducen hacia una coda sin esperanza.
El segundo movimiento, allegretto, está descrito por su autor como una marcha con elementos de un scherzo. Consiste en una grotesca marcha que se transforma en una danza burlesca. El empleo del piccolo junto al fagot y al contrafagot, situados en los extremos tímbricos de la madera, le dan el aire de una extraña parodia. Un movimiento mordaz con ciertos puntos de amargura, como nos muestra su coda.
El tercer movimiento, allegro non troppo, está descrito como una toccata. Una figura repetida por la viola en forma de ostinato es tomada por los primeros violines y luego por los segundos. De tiempo en tiempo se escuchan amargos gritos del viento. El ritmo va pasando de sección a sección por toda la orquesta. La trompeta empieza una marcha, una forma de fanfarria, sobre este ritmo punteado que pasa a la percusión. Continúa luego el ostinato en la cuerda. Se repiten los gritos del viento. La percusión se adueña de la tumultuosa coda, que realiza la transición al siguiente movimiento sin interrupción.
El cuarto movimiento, largo, consiste en una serena passacaglia. El estallido de la percusión da paso a una amplia melodía, un tema elegíaco, que se repetirá en forma de variaciones una docena de veces. El clarinete realiza una expresiva versión, seguido de los punzantes sonidos del piccolo. La coda enlaza directamente sin pausa con el siguiente movimiento.
El último movimiento, allegretto, está construido en forma sonata. El primer tema introducido por el fagot expresa mayor serenidad. El segundo tema está claramente diferenciado por su expresividad lírica, siendo interpretado por el violoncello. Durante el desarrollo se pierde esta serenidad, culminando en un climax de forma más agresiva, usando el bombo y la caja para sostener el crescendo de las trompetas que interpretan un dramático tema. Continúa con una curiosa sección para clarinete bajo y violín, antes de empezar la breve recapitulación con su primer tema. La sinfonía termina con una tranquila coda, mediante un sostenido acorde de la cuerda que nos lleva al silencio. Es curioso comprobar como sobre el sostenido de la coda, la flauta interpreta débilmente, en forma invertida, el tema del destino del principio de la obra.
Esta trágica descripción de los horrores de la guerra y su final poco esperanzador, no resultó del agrado del régimen soviético. A pesar de ello intentaron buscar una explicación, interpretando el dolor del primer movimiento como las consecuencias de la guerra. El segundo fue descrito como un desfile de los conquistadores intoxicados por la inicial victoria, con su escarnecida grandeza, recordando la pompa grotesca de los desfiles nazis en tiempos de guerra. En el tercero vieron el tesón de los soviéticos para lograr la victoria. La passacaglia como una elegía a los que habían entregado su vida por la patria. Pero el último movimiento no se ajustaba a sus ideas de victoria, dando una impresión de profundo pesimismo, lo cual no era deseado por las máximas autoridades soviéticas de aquellas fechas. La obra fue pronto retirada de las salas de concierto por dicho motivo.
Según el testimonio de Volkov, parece que Shostakovich escribió la obra como un Réquiem en memoria de las víctimas del estalinismo, además de poder ser empleada, especialmente en su propósito oficial como memoria de las víctimas de la guerra, especialmente de lo ocurrido durante la época de su composición, la batalla de Stalingrado.
Una vez más se pueden observar influencias de Mahler en los procesos temáticos. Podemos decir que se trata de la sinfonía más trágica de Shostakovich. Su pérdida de confianza en la raza humana la expresa con el tema del destino con que comienza la obra. Se repite en su final como expresión de que no existe esperanza, la vida continúa como un superviviente pero sin posibilidades de llegar al triunfo. Una sinfonía terriblemente pesimista sin mostrar signos de futuras perspectivas mejores.
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya
Josep Caballé 07-08-09 Octubre 2016