SINFONIA Nº 9 EN RE MAYOR

La “Sinfonía Nº 9 en re mayor”  fue empezada en el verano del año 1909, una vez que hubo recobrado la inspiración para seguir componiendo, cosa ocurrida el verano anterior. Parece ser que ya en 1908 había planeado su obra. Aunque la numerase como novena, era la décima, con lo cual superaba el maleficio, como hemos comentado anteriormente.

El trabajo compositivo tuvo lugar en Alt-Schluderbach, situado a unos tres km de Toblach. Allí se hizo construir una nueva Komponierhäuschen de madera, para permanecer aislado. La orquestación de la obra se terminó en 1910 en New York, a su regreso para hacerse cargo de la Filarmónica de New York. La sinfonía no llegó a estrenarse durante la vida de Mahler. Fue presentada por Bruno Walter el 26 de junio de 1912 en Viena.

Su orquestación comprende un piccolo, cuatro flautas, cuatro oboes, corno inglés, tres clarinetes, cuatro fagots, un contrafagot, cuatro trompas, cinco trompetas, tres trombones, tuba, timbales, tambor, tambor bajo, triángulo, platillos, tam-tam, glockenspiel, tres campanas tubulares, arpa y la cuerda.

El primer movimiento, andante comodo, está construido en forma de sonata ampliada, con elementos de rondó. Empieza con una breve introducción, donde asistimos a la formación de todos los elementos que integrarán el movimiento, con un motivo del arpa de tres notas que se irá repitiendo durante el mismo. También aparece el conocido motivo de dos notas descendentes que encontrábamos al final de la anterior sinfonía, con la palabra ewig.

Es notable observar, como en tan pocos compases Mahler nos presenta todo el material que utilizará en el movimiento. Con una gran economía de medios construye el gran edificio sinfónico. Los violines presentan el tema principal sobre un ritmo de marcha lenta, en forma de dolorosa resignación. El ritmo sincopado representa según Alban Berg el símbolo de la muerte. También se puede interpretar como una llamada del destino. Este tema se va repitiendo a lo largo del movimiento, pero siempre transformado. Un acorde de trombón da paso al segundo tema. La música aumenta su grado de tensión hasta la repetición más apasionada del tema principal. Se inicia una nueva exposición variada que nos llevará hasta un poderoso climax que cierra la sección de exposición.

El desarrollo empieza con notas sombrías de las cuales renacerá el tema principal. Aparece un tema con un ritmo de un desfigurado vals lento, que es detenido por las imperiosas fanfarrias del viento, que conducen la música hacia un nuevo climax con el tema principal, hasta que la orquesta se derrumba, quedando abatida en una especie de cuchicheo. Aparece nuevamente el segundo tema interrumpido por disonancias. De nuevo la escena se inunda de sombras en una sección de gran desolación. De repente surge de su interior el tema de vals lento, el cual nos llevará a la culminación del movimiento mediante un expresivo climax, del que surge el tema principal para luego desmoronarse como una caída al vacío. Una dolorosa marcha, con toques a muerto del trombón y timbales, dará paso a una abreviada recapitulación. Después del primer tema, escuchamos una resumida visión del segundo. Un solo de la flauta nos conduce a la coda. Se intercalan fragmentos de temas en plena decadencia, mostrando aquello que hubieran podido ser pero que no lo lograron. La flauta añade las últimas notas sobre restos del tema principal y las dos notas descendentes que en “Das Lied von der Erde” formaban la palabra ewig, cuya última nota queda detenida en el tiempo.

El segundo movimiento Im Tempo eines gemächlichen Ländlers, en el tempo de un apacible Ländler, constituye el scherzo de la obra. Contrastando con la seriedad del anterior, este tiempo de danza burlesca, constituye uno de los elementos de la naturaleza contradictoria de su autor. Emplea el ländler, una especie de vals campesino austriaco para expresar la danza de la vida. El tema es vulgar y es tratado de un modo sin gracia, con una sarcástica frivolidad. Se trata de una caricatura grotesca, en un estilo sarcástico inédito en la música culta de la época. Stravinsky y los músicos neoclásicos emplearán unos parecidos efectos en los próximos años. El trio consiste en un vals rápido que se irá acelerando, con repetición por los trombones al estilo de la música de feria. Luego se presenta un nuevo ländler con un tempo más lento, en la forma de un minuetto. Los elementos se van repitiendo con el vals que se va acelerando en la nueva repetición del trio. Se reanuda el ländler inicial hasta que se va desintegrando en un destructivo final.

El tercer movimiento Rondo, Burleske esta formado por una fuga escrita de un modo burlesco, como si quisiera mofarse de los críticos sabios del contrapunto, a los que llamaba mis hermanos de Apollo. Los instrumentos son tratados como solistas, obteniendo cada uno su papel en la fuga. La primera interrupción de la virtuosa fuga es producida por el clarinete con el tema de la séptima sinfonía que dijimos recordaba a “La viuda alegre” de Lehar. La segunda detiene el ritmo del rondó e introduce un motivo que será de gran importancia en el último movimiento. Finalmente se reanuda el rondó con el mismo clima con que empezó.

Termina con un extenso adagio. La frase inicial de los violines nos presenta los motivos esenciales del movimiento, el primero es el escuchado en el segundo interludio lento del anterior rondó. Todo el movimiento girará alrededor de estos dos simples motivos, con un estilo casi de Bruckner. Podemos dividir el movimiento en cuatro partes. En la primera el tema principal se presenta como un himno religioso. El segundo tema se muestra en toda su simplicidad expresiva. Luego la música aumenta en su intensidad, llegando a un emocionante punto de máxima tensión. La segunda sección es mas serena, mostrando un sentimiento de resignación. La intervención de la madera abre la tercera parte, presentando un desolado paisaje, del que surgirá transfigurado el tema principal, que será llevado a su climax acompañado de dolorosas frases. La última parte corresponde a una patética coda, durante la cual los temas se irán fragmentando y degradando lentamente. La cuerda con sordina termina dulcemente el movimiento, escuchándose el motivo del principio cada vez más lentamente, hasta desaparecer en el vacío.

En una primera lectura se puede interpretar esta sinfonía como una despedida del compositor, como un adiós a la vida, creyendo que estaba próxima su muerte. Pero un examen más detallado nos permite valorar otros puntos. Mahler, cuando escribió la obra estaba en un período de gran impulso creativo. Acababa de componer “Das Lied von der Erde”, y ya pensaba en su próxima obra, con una filosofía muy parecida. Cuando compuso la obra en 1909 preparaba la próxima temporada como director de la Filarmónica de New York, donde tenía que dirigir casi 60 programas. Mucho trabajo para un hombre que se sintiera con la debilidad de un moribundo.

Otra de las causas apuntadas era la mala situación en que se encontraba su matrimonio en aquella época. Alma había dejado de amarle y parece que había cometido diversas infidelidades. En el manuscrito del andante de la sinfonía se encuentra escrita la frase ¡Oh, juventud desaparecida!, ¡Oh amor huido!

Cualquiera que sea el motivo, tenemos claro que en el primer movimiento se expresa una despedida. Un adiós a la vida recordando con nostalgia la felicidad pasada. Se trata de la misma idea comunicada por su anterior obra, “Das Lied von der Erde”, cosa que nos confirman las notas de los ewig.

El segundo movimiento expresa la danza de la vida. De una vida que ha perdido toda su alegría. Solo le queda el ritmo desgarbado, sin ninguna gracia. Finalmente llega su destrucción.

En el rondó, Mahler no solamente se burla de los críticos a los que trata como asnos, cosa que ha repetido en otras ocasiones, sino que además es una burla de las acciones terrenales, como una despedida del mundo con una gran carcajada.

El movimiento final enlaza con la austeridad del primero, continuando una despedida de un mundo terrenal, pero con una gran serenidad. Continuando con las mismas ideas filosóficas orientales, expuestas en los comentarios finales de “Das Lied von der Erde”, termina en un clima inmaterial, no significando un final sin esperanza sino la entrada en una nueva vida, un renacer en un mundo más espiritual que el abandonado.

Como se ha comentado, en el año 1909 Mahler firma un contrato por tres años como director de la Orquesta Filarmónica de New York, que entonces se encontraba en un estado catastrófico. En la temporada del año 1910 el nivel de la orquesta se hallaba radicalmente realzado, interpretando una gran serie de conciertos en New York. En el mismo año dirige conciertos en París y Roma. Estrena en el mes de septiembre su octava sinfonía en Munich con un éxito arrollador como se ha expuesto anteriormente.

Alma Mahler, a la que dedicaremos una sección especial, debido a la importancia de su relación con la obra de su esposo, en el mes de mayo de 1910 conoce a Walter Gropius, un gran arquitecto. Su relación se convierte en un impulsivo amor. Walter le pide a Alma que abandone a su marido, en una carta, que accidentalmente pasa a poder de Mahler. Esta profunda crisis matrimonial se refleja perfectamente como veremos, en su última sinfonía. Llegan a un mutuo acuerdo y Alma decide permanecer al lado de su marido.

Mahler retorna a New York para dirigir la próxima temporada de la Filarmónica. En el mes de febrero de 1911 enferma gravemente, tanto que decide regresar a Europa. Muere en Viena el 18 de mayo de 1911 por una infección de los tejidos del corazón por estreptococos, entonces incurable por no haberse todavía descubierto la penicilina.

Entre la gran cantidad de coronas que acompañan su entierro una lleva la inscripción, para el ser lleno de riquezas que nos muestra para siempre, el ejemplo imborrable de su obra y de su vida. Firmada por Schönberg, Berg y Webern, unos compositores que siempre lo admiraron y en parte continuaron su obra, llevándola a sus límites expresivos.