Juan José Castro (1895-1968) nació el 7 de marzo de 1895 en Avellaneda, ciudad situada cerca de Buenos Aires. Hijo del violoncelista de origen gallego José Castro (1864 – 1942) y hermano de José María Castro, pertenece a una notable familia de músicos. Su progenitor que ocupaba el puesto de violoncelista en las orquestas de los teatros Colón y Opera inició a sus hijos en el campo musical.
Realizó sus estudios musicales en Buenos Aires, violín con los maestros Manuel Posadas y Andrés Gaos. En los cursos superiores de música con Constantino Gaito en composición y Eduardo Fornarini.
Dotado para la composición su «Sonata para violín» le sirvió para que en 1916 se le concediera el Gran Premio de Europa, instituido por el Congreso de la Nación Argentina en 1896 para el perfeccionamiento de estudios musicales. En 1917 la Asociación Wagneriana interpretó su «Pieza sinfónica para violín, clarinete y piano» compuesta en 1916.
El premio recibido nunca se hizo efectivo y en 1920 viajó por sus propios medios a París, donde estudió de modo libre composición con Vincent D’Indy y piano con Édouard Risler. En esta ciudad se interpretó su «Sonata para violoncelo».
Habiendo ingresado en la Schola Cantorum sin el apoyo económico que le correspondía por la beca, debió ganarse la vida dirigiendo la orquesta de un café o acompañando al piano en un restaurante a Etchecopar, músico que a su vez completaba con dicho ingreso su sueldo de primer violín de la Orquesta Pasdeloup.. Realizó giras de conciertos como la que llevó a cabo por España acompañando al violinista Manuel Quiroga en 1924.
Sus obras fueron estrenadas en Europa por intérpretes de la talla de Ricardo Viñes, entre otros. Y aunque Castro permaneció en Francia hasta 1925, nunca perdió contacto con la Argentina, en donde se sabía de su progreso especialmente a través de partituras tales como la del Poema Sinfónico «En el jardín de los muertos» compuesto en París en 1923, que obtuvo el Premio de la Asociación del Profesorado Orquestal en 1924.
A la muerte de Julián Aguirre (1868-1924) la Escuela Argentina de Música, que fundara el destacado compositor en 1916, quedó en manos de sus herederos. Se necesitaba un músico que la llevara adelante. Ernesto Ansermet les recomendó a un muchacho de mucho porvenir, que por supuesto era Juan José Castro. Pero eran tiempos difíciles. El joven artista se enfrentaba a una situación inusual para su época, la separación de su primera esposa con la cual tenía dos hijos, Delia y Roberto, que se destacaron luego como pianistas.
Este hecho no resulta anecdótico en lo que hace a la vida profesional de Castro, ya que al hacerse cargo de la Escuela Argentina conoce a Raquel, hija de Julián Aguirre, a la que todos llamaban Raca, con la que se casaría en segundas nupcias. En ella Juan José Castro encontró no sólo el amor de una esposa sino también la comprensión y el sostén que necesitaba para su labor artística.
Raca Castro (1909-2006) fue su mayor difusora también en foros internacionales. Por ello y por el apoyo que brindó a muchas de las figuras que estuvieron vinculadas a su marido, como por ejemplo Manuel De Falla, obtuvo reconocimientos como el que le otorgó el gobierno español, en 1993, al condecorarla con la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica.
A su regreso a Buenos Aires, Castro fundó la Sociedad del Cuarteto (1925) y la Orquesta de Cámara Renacimiento (1928). Ocupó el podio de las orquestas Estable del Teatro Colón (1929-1943), Filarmónica de la APO (1930-1931), Asociación Sinfónica (1931), Asociación Filarmónica (1939-1948), entre muchas otras.
En los siguientes años logra nuevas recompensas a su trabajo en Buenos Aires, por sus poemas sinfónicos «A una madre» de 1925 y «La Chellah» de 1927.
En 1929, junto a su hermano mayor José María, Juan Carlos Paz, Gilardo Gilardi y Jacobo Ficher, creó el Grupo Renovación y con ello se abría paso hacia expresiones de vanguardia desconocidas por esa época en la Argentina.
«Allegro, Lento e Vivace» compuesto en 1930 es su primer intento de componer una sinfonía. Se estrenó en el Teatro Politeama de Buenos Aires el 26 de julio de 1930, interpretada por la Orquesta Filarmónica de la Asociación del Profesorado Orquestal dirigida por Ernest Ansermet. La obra recibió el Premio de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea en 1931 en Londres, siendo interpretada en el Queen’s Hall el 28 de julio de 1931 dirigida por Alfredo Casella.
La «Sinfonía Nº 1» fue compuesta en 1931. Se estrenó en el Teatro Colón de Buenos Aires el 22 de julio de 1931 interpretada por la Orquesta del Teatro Colón bajo la dirección de Ernest Ansermet.
La «Sinfonía Nº 2» (Sinfonía Bíblica) fue compuesta en 1932 para coro mixto y orquesta. Se estrenó en el Teatro Colón de Buenos Aires el 15 de noviembre de 1932 con la orquesta del citado teatro dirigida por Juan José Castro.
El texto está escrito en francés por Victoria Ocampo tomando fragmentos bíblicos de Isaías, San Lucas y San Juan. Compuesta en tres movimiento, el primero, Annontiation, el segundo Entrée á Jerusalem y el tercero Golgotha.
La “Sinfonía Nº 3” (Sinfonía Argentina) fue compuesta en 1934, siendo estrenado su primer movimiento en el Teatro Opera el 29 de noviembre de 1936, interpretado por la Orquesta de Radio El Mundo dirigida por Juan José Castro. La sinfonía completa fue estrenada en el Teatro Colón de Buenos Aires el 21 de octubre de 1937, interpretada por la orquesta de dicho teatro dirigida por Juan José Castro.
El primer movimiento, Arrabal, hace referencia a los barrios pobres de inmigrantes en Buenos Aires donde nació el tango con toda su fuerza. Asocia elementos de danza a timbres orquestales impresionistas. Utiliza un lenguaje armónico bastante sofisticado. En el clímax, un episodio de fuertes acordes martilleantes a contratiempo, que anota con rudezza et tutta forza, mezcla los ritmos de la danza folclórica a modernas disonancias.
El segundo movimiento, titulado Llanuras, corresponde al movimiento lento de la sinfonía, siendo de carácter impresionista, intentando reflejar las grandes extensiones de la Pampa mediante temas poco definidos, que aumentan su tensión, llegando a un punto culminante para luego regresar a la tranquilidad.
El tercer movimiento, Ritmos y Danzas, empieza con un marcado ritmo que nos conduce a una serie de estilizadas danzas llegando a su clímax. Continúa con un episodio más relajado que nos lleva a una tranquila coda.
Bodas de sangre es una tragedia en verso y en prosa del escritor español Federico García Lorca escrita en el año 1931. Se estrenó el 8 de marzo de 1933 en el Teatro Beatriz de Madrid por la Compañía de Josefina Díaz y Manuel Collado. En 1938 fue llevada al cine en Argentina por Edmundo Guibourg, con Margarita Xirgu como protagonista y música de Juan José Castro.
Margarita Xirgú nació en Molins de Rei, villa desde donde se escriben estas páginas, el 18 de julio de 1888. Cuando estalló la guerra en España, se encontraba en América Latina para producir las obras de García Lorca. El escritor decidió quedarse en España y en agosto de 1936 fue fusilado en Granada por los sublevados.
Franco tomó el poder en 1939 cuando Margarita Xirgu vivía en Argentina. Por sus ideas políticas de izquierda, prefirió no regresar a España así que vivió en América Latina (Argentina, Chile, Uruguay) y de hecho nunca lo hizo ya que esperaba que acabara la dictadura para volver a su país natal.
La «Sinfonía Nº 4» (Sinfonía de los Campos) fue compuesta en 1939. Se estrenó en Buenos Aires el 29 de octubre de 1939 interpretada por la Orquesta del Teatro Colón dirigida por Erich Kleiber. Solo tenemos los títulos de sus movimientos.
El primer movimiento, Cancón pastoril.
El segundo movimiento, Contemplación.
El tercer movimiento, Escena.
El cuarto movimiento, Danza de las pastoras.
El quinto movimiento, Canto de la noche.
El sexto movimiento, Ecos lejanos.
Desde 1938 tiene a su cargo la dirección de la Asociación Sinfónica de Buenos Aires y desde 1939 la de la orquesta de este teatro, actuando como maestro titular en los actos coreográficos. En 1941 viaja a Chile presentándose al frente de la Orquesta Sinfónica de Santiago de Chile, tanto en la capital como en Valparaíso y Viña del Mar.
Entre sus obras para orquesta se encuentran el ballet «Offenbachiana» compuesto en 1940 sobre motivos de Offenbach, estrenado en Buenos Aires y los «Tres corales para órgano de Bach» adaptados para orquesta en 1941, estrenados bajo su dirección por la Orquesta de la Asociación Sinfónica de Buenos Aires.
El «Concierto para piano y orquesta» compuesto en 1941 es de estilo neoclásico conteniendo modernas disonancias. Fue estrenado en 1944 en Buenos Aires.
En 1943 Castro firmó un documento con otros intelectuales, científicos y artistas en favor de la democracia y en contra del gobierno de turno. De inmediato le cancelaron todos sus contratos en el Teatro Colón y también el nombramiento de Director. Posteriormente su oposición al presidente Perón le valió ser marginado. Los músicos temían integrar las orquestas que él dirigía o ejecutar obras suyas.
En 1947 a propuesta de Erich Kleiber, obtuvo la designación de director estable de la Orquesta Filarmónica de La Habana. Un año más tarde, la de director titular de la orquesta del Servicio Oriental de Radiodifusión Eléctrica del Uruguay, conservándose las grabaciones realizadas por el sello Testimonios de los conciertos realizados el 20 de mayo y 24 de junio de 1950.
Después de tres años de residencia en Uruguay, comenzó su etapa europea y australiana. Estuvo al frente de la Victorian Orchestra de Melbourne (1952-1954) y de las giras con epicentro en Roma. En el transcurso de este período entabló amistad con Igor Stravinsky, Arthur Rubinstein y Manuel de Falla, entre muchos otros.
«El llanto de las sierras» compuesto en 1946 lleva la dedicatoria: En recuerdo de Manuel de Falla, muerto en las Sierras de Córdoba. Es una alusión al hecho de que la localidad cordobesa de Alta Gracia, donde murió Falla, se encuentra en plena serranía. Alta Gracia es una ciudad de la provincia argentina de Córdoba situada en el centro de la nación.
Los «Corales criollos Nº 3» es una suite orquestal compuesta en 1953 formada por un coral seis variaciones y final, escrita en el estilo de tendencias folclóricas argentinas. Se estrenó en Caracas en 1954 durante el Festival Latinoamericano, consiguiendo el Premio José Ángel Lamas.
De regreso a su país en 1955 obtuvo la designación de director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional (1956-1960). Compatibilizó esta labor con la de Decano de Estudios del Conservatorio y director de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (1958-1964).
La «Suite introspectiva» compuesta en 1961 que se estrenó en Los Angeles en 1962 dirigida por el propio compositor, presenta una moderna armonía, próxima a la segunda escuela de Viena, en su descripción de paisajes interiores.
En 1965 inicia una «Sinfonía Nº 5» de la que solo se conservan unos esbozos.
Su producción comprende además obras destinadas al género lírico, como sus óperas «La zapatera prodigiosa» compuesta en 1943, «Proserpina y el Extranjero» de 1951, «Bodas de sangre» de 1952, siguiendo la línea de la banda sonora para el film del mismo título realizado en 1938 y «La cosecha negra» de 1960, el ballet «Mekhano» de 1934, música incidental para el teatro y el cine, conjuntos de cámara, canciones y partituras para instrumentos solistas, piano y bandoneón.
En su obra se pueden distinguir tres tendencias, la argentinista, la de inspiración hispánica y la universal próxima a la línea de la Segunda Escuela de Viena. Recibió el Premio Konex de Honor en 1989 en reconocimiento a su trayectoria y aporte a la música clásica en la historia Argentina. Fue nombrado miembro numerario de la Academia Nacional de Bellas Artes. Juan José Castro murió el 3 de septiembre de 1968 en Buenos Aires.
Para Juan José Castro trabajar por la música es hacer obra útil. Esto no sólo se manifestó en su actividad pública sino también en la de creador. En una entrevista para La Acción de Montevideo, realizada el 14 de mayo de 1956, el compositor declaraba lo siguiente:
Siendo hijo de padre gallego, siéntome ligado a tradiciones españolas, inspiradas en el ambiente ibérico y realizadas, por ejemplo en La zapatera prodigiosa. Como hijo de la Argentina, en cambio, me atan lazos indestructibles a la típica expresión sonora criolla que caracteriza a la ópera Proserpina y el extranjero, cuya acción se desarrolla, tanto en el campo argentino como en los arrabales de Buenos Aires.
Ambas se fundan en criterios y expresiones diferentes. Común a ambas es solamente mi práctica: nunca usar giros o ritmos auténticos ni del folklore español ni del acervo vernáculo argentino, sino servirme siempre de invenciones propias, nacidas en el ambiente y climas especiales de ambos pueblos. En cuanto a lo demás, permanezco ajeno a cualquier doctrina y teoría, sea la del dodecafonismo u otra.