La Sinfonía en Catalunya durante el Siglo XVIII
Poco sabemos de las primeras obras compuestas por catalanes poco antes de 1760. Siguiendo las líneas europeas son sinfonías compuestas en tres movimientos, rápido, lento y rápido, escritas según los modelos italianos.
Entre estos compositores actualmente olvidados se encuentran Josep Duran, Antoni Rossell, Salvador Reixach, Josep Fàbrega, Francesc Parera i Miquel Junyer. También se conocen las obras escritas por la Escuela de Mannheim, como lo demuestra Jacint Gayet al orquestar un cuarteto de Johann Stamitz.
Hacia el año 1781 llega a Catalunya la música de Haydn. Compositores catalanes intentarán escribir sinfonías en cuatro movimientos siguiendo la estética del influyente músico alemán. Entre ellos destaca Carlos Baguer (1768-1808), organista de la Catedral de Barcelona a partir de 1790.
Al encontrarse alejados de la corte de Madrid no existía una tradición de música sinfónica en Catalunya. Empezaban una reuniones musicales conocidas como academias, patrocinadas por la pequeña nobleza y la creciente burguesía de Barcelona. Pero al encontrarse todas la sinfonías de Baguer en archivos eclesiásticos catedralicios, al contrario de lo que sucedía en los grandes centros musicales europeos, se supone que se trataba de música religiosa instrumental.
Algunas de las sinfonías de Baguer se conservan en el Museu de les cultures del vi de Vilafranca del Penedés, un fondo que pertenecía a la comunidad de presbíteros de la vecina iglesia de Santa María. No sabemos donde se interpretaban estas obras, tal vez en las iglesias durante las misas, pero no existen documentos que lo prueben.
La instrumentación de las sinfonías de Baguer es la elemental. Además de la cuerda usa dos oboes y dos trompas. En alguna ocasión añade un fagot. Los compositores catalanes escribían sus obras en tres movimientos, parecidas a las oberturas de ópera. Baguer fue uno de los pocos compositores en adoptar la sinfonía en cuatro movimientos, en el estilo clásico centroeuropeo de la escuela de Viena. Sin duda conocía las sinfonías de Stamitz, Gassmann, Pleyel y sobre todo Haydn.
Su estilo no llega al desarrollo de Haydn, sus tratamientos son más ingenuos, pero sus obras generalmente terminan con rondós de sabor más mediterráneo que germánico, con temas de expresión popular. Algo que también se puede comprobar perfectamente en el trío del minuetto de la “Sinfonía Nº 18 en si bemol mayor” de amplio sabor popular catalán.
Josep Pons (1768-1818) nacido en Girona también está relacionado con la iglesia, siendo maestro de capilla de la Catedral de Girona primero y después de la de Valencia. Sus sinfonías estaban destinadas principalmente a un uso religioso. En Valencia, como en otras catedrales españolas, durante las fiestas importantes después de la misa solemne de mediodía se realizaban conciertos de música sacra conocidos como siestas. En los respectivos archivos se encuentran muchas obras interpretadas durante estos conciertos, especialmente de Haydn y de su alumno Pleyel, junto con las obras de Pons.
Su Sinfonía Nº10 se encuentra en la Biblioteca Municipal de Madrid, entre los fondos procedentes del antiguo Teatro de la Cruz. Esto parece demostrar que aparte del uso en actos religiosos esta música también era interpretada en salas de concierto o como preludio para las obras dramáticas representadas a principios del Siglo XIX.
Bernat Bertrán (1774-1815) podía haber sido uno de los alumnos de Baguer en la catedral de Barcelona. Su única sinfonía conservada es de influencia de Haydn. Carles Quilmetas (1775-1834) natural de Vic fue compañero de Bertrán en la Capilla de la Catedral de Girona. No sabemos donde se podían interpretar sus sinfonías. Podría ser en la misma catedral que disponía de una orquesta adecuada o en alguno de los palacios de la burguesía ciudadana. Su obra también muestra la influencia de Haydn.
Josep Nonó (1776-1845) nacido en Sant Joan de les Abadesses. Se trasladó a Madrid como maestro compositor de la casa del Duque de Osuna y luego compositor de la Real Cámara de Carlos IV. Su única sinfonía conservada también acusa la influencia de Haydn.
Ferran Sor (1778-1839) nacido en Barcelona se formó en la Escolanía de Montserrat. Aunque su fama la alcanza como guitarrista compuso tres sinfonías a principios del Siglo XIX, basadas en la forma de la obertura italiana. Se conservan en archivos de Madrid procedentes de los fondos de los antiguos teatros de la capital, lo cual las relaciona con la música escénica.
Finalmente encontramos a Mateu Ferrer (1788-1864), nacido en Barcelona y sucesor de Carles Baguer como organista de la catedral, siendo más tarde nombrado su maestro de capilla. Su única sinfonía recuperada de un archivo parroquial nos revela una vez más que este tipo de obras estuvo presente en las iglesias catalanas.
Otros autores catalanes que compusieron sinfonías a lo largo del Siglo XVIII fueron Tomás Presses y Esteve Vinyals. En general las obras de los compositores de este periodo toman la estructura de las de Haydn pero con una orquestación más reducida, para adaptarse a unas orquestas más pequeñas y poseen un desarrollo más limitado, con planteamientos técnicos y melódicos menos variados.
En el Siglo XVIII empiezan los primeros conciertos públicos, las llamadas academias. Pero oficialmente hemos de esperar hasta el año 1787 cuando en Madrid se inauguran los llamados conciertos espirituales. En Francia se habían instaurado a partir de 1725, debido a que durante la cuaresma estaban prohibidas las representaciones operísticas. Las orquestas podían tocar entonces obras de tipo abstracto destinadas a la meditación, lo que ocasionó la implantación de los primeros conciertos sinfónicos.
En Barcelona la afición por la ópera era notable, manteniendo un coliseo con una temporada estable. Por ello no es de extrañar la creación de los llamados conciertos espirituales. El Diario de Barcelona del 2 de marzo de 1797 anunciaba la primera temporada de dichos conciertos, para evitar el cierre durante la cuaresma. Durante la misma se interpretaron entre diversas obras, sinfonías de Haydn y de Pleyel. En aquella época el teatro de la ópera era el Teatre de la Santa Creu, situado en las Ramblas, que más tarde se llamó Teatre Principal.