Josep Vicent Egea (1961-) nació en Cocentaina, municipio situado al norte de la provincia de Alicante, en la Comunidad Valenciana, en 1961. Graduado en trompeta y titulado superior en Composición, Dirección de Coros y Orquesta por el Conservatorio Superior de Donostia. Obtuvo el Certificate of Advanced Studies en Dirección de Orquesta por la Royal Academy of Music de Londres. Graduado como Special Student en Dirección de Orquesta en la Manhattan School of Music de New York.
Ha estudiado piano, violín, sociología de la música, composición contemporánea, jazz, electroacústica, informática musical y música de cine. Desde 1986 es director del Grupo Instrumental de los Pirineos. Principal director invitado del Manhattan Contemporary Ensemble durante el período 1991-92. En la temporada 1993 fue director asistente de la Orquesta Nacional de España y en la temporada 1993-94 Director de Estudios de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. En 1993 crea el grupo instrumental Finale, actuando hasta el año 2000.
Ha colaborado como director invitado con muchas formaciones, como la Banda de la Societat Ateneu Musical de Cocentaina en 1995, l’Orchestra Sinfonica Abruzzese de L’Aquila, la Savaria Chamber Orchestra de Hungría, la Symphony Orchestra y la de la Royal Academy de Londres, la orquesta Pablo Sarasate de Pamplona, la JONDE. Sinfónica de Euskadi, Grupo LIM, Sax-Ensemble, Orquesta de la Comunidad de Madrid, Real Filarmonía de Galicia, entre otras.
Como compositor ha escrito música para banda, para orquesta y para coro. Su marcha “Picadilly Circus” recibió el Premio Amand Blanquer en Alcoi el año 1991, representando una innovación en el campo de las marchas de Moros y Cristianos, fusionando la música tradicional de las marchas con melodías jazzísticas y con la música popular norteamericana.
Entre sus obras para banda se encuentra la “Fantasía flamenca” y “El Poema Sanjuanero” basado en las canciones sanjuaneras sorianas. También tenemos las “Variaciones sobre el Agur Jaunak”, según la conocida canción vasca.
"Athenea" fue compuesta en 2009 como encargo de la Societat Ateneu Musical de Cocentaina para conmemorar su 25º aniversario. Aunque en su título se refiera a la diosa de la mitología griega la obra es un homenaje al trabajo de la Sociedad Musical y al estilo de las obras que interpreta.
La “Sinfonía Nº 1" (Numancia) para orquesta sinfónica fue terminada en 2014, como encargo del Ayuntamiento de Soria por el 2150º aniversario del asedio del poblado de Numancia por el Imperio Romano en el año 133 a. C., para poder ser estrenada por la Orquesta Lira Numantina en la inauguración del Festival Otoño Musical Soriano el 6 de septiembre de 2014, dirigida por su director titular Carlos Garcés. La sinfonía se repitió en Zaragoza el día 8 de septiembre y en el Palau de la Música de Valencia el día siguiente.
Antes de iniciar el comentario de la obra es interesante conocer una serie de acontecimientos históricos. Numancia era un poblado celtíbero situado cerca de Garray en la provincia de Soria, en el este de la actual Comunidad Autónoma de Castilla y León. Tiberio Sempronio Graco fue pretor de la Hispania Interior en el 181 a. C., sometiendo a los celtíberos y llegando a un período de paz después de la primera guerra celtíbera entre las tropas romanas y los pueblos que habitaban en la zona media del Ebro y la meseta superior.
Segeda un poblado fortificado situado en el término municipal de Mara, en la zona de Calatayud y habitado por los belos, amplió sus murallas el año 154 a. C., algo prohibido por los romanos. Aliados con los arévacos, cuya población más importante era Numancia, se enfrentaron a las tropas imperiales.
Como curiosidad la rebelión de Segeda provocó un cambio en el calendario romano que ha llegado hasta nuestros días. En el año 153 a. C., el Senado decidió enviar al cónsul Nobilior a Hispania con motivo de dicho conflicto. Hasta entonces, el año comenzaba con la toma de posesión de los nuevos cónsules durante los idus de marzo, el día 15 de ese mismo mes, siendo enero y febrero los dos últimos meses del calendario. Debido a la lejanía de tierras como Hispania, significaba que las tropas no estarían listas para la guerra hasta septiembre u octubre, con lo que se desaprovecharía la época estival. Por este motivo se adelantó la fecha de elección consular al 1 de enero, que pasó a ser el primer día del año. Los meses conservaron su nombre original, y por ello actualmente septiembre, octubre, noviembre y diciembre todavía conservan los prefijos séptimo, octavo, noveno y décimo respectivamente, a pesar de que pasaron a ocupar las posiciones de la novena a la duodécima.
Nobilior fue enviado a Hispania con un ejército de treinta mil hombres. Al llegar, obligó a las tribus de titios y belos, reunidas en Segeda, a someterse. Algunos celtiberos se refugiaron en el territorio de la tribu de los arévacos, los cuales se rebelaron y eligieron como cabeza de guerra a Caro, uno de los refugiados. Caro, con 20000 soldados y 5000 jinetes, venció a Nobilior tres días después, el 23 de agosto de 153 a. C., en el día de la Vulcanalia[1], causándole una pérdida de 6000 hombres. El desastre romano fue tan grave, que ningún general romano después lucharía en ese día a menos que fuera obligado.
Nobílior compensó el desastre con un ataque de la caballería en el que murieron Caro y parte de sus hombres. Un poco después el cónsul romano recibió refuerzos de caballería númida y algunos elefantes enviados por Masinisa[2]. Los elefantes causaron tal miedo a los celtiberos, que estos se retiraron detrás de las murallas de Numancia, donde se hicieron fuertes.
Nobilior los persiguió y consiguió encerrarlos detrás los muros de la ciudad, pero bajo los muros de Numancia los elefantes númidas se desbocaron y crearon confusión a las filas romanas y una salida afortunada de los arevacos acabó con la muerte de cuatro mil romanos y la captura de los elefantes. Nuevos choques se saldaron con ventaja para los rebeldes celtiberos.
En 152 a. C. el senado romano envió refuerzos considerables y Nobilior, que se había retirado a sus cuarteles de invierno, donde pasó un duro invierno en el que murieron de frío y por escasez de provisiones muchos de los romanos que habían conseguido sobrevivir a los enfrentamientos con los celtíberos, fue finalmente sustituido por Marco Claudio Marcelo.
Marcelo tomó varias medidas militares prudentes y adecuadas y supo ganarse a los celtíberos con actos de clemencia y de visión política. Controló el valle del Jalón y atrajo a los nativos con un tratado parecido al logrado anteriormente por el procónsul Tiberio Sempronio Graco. Oscilis se le rindió y los arevacos concertaron una tregua. La embajada enviada por los arevacos a Roma no pudo concertar la paz, puesto que el Senado acusó a Marcelo de indolencia y no ratificó el acuerdo, y nombró a Lucio Licinio Lúculo, el nuevo cónsul, para continuar la guerra.
Cuando Marcelo conoció la resolución del senado salió de sus cuarteles de invierno y fingió un ataque a los celtíberos, los cuales se sometieron incondicionalmente, al parecer un pacto preestablecido, que el cónsul aceptó, firmó la paz en Numancia y se restablecieron los antiguos tratados, y así entregó la provincia a su sucesor en estado de completa paz. En 148 a. C. fue enviado como embajador ante el rey Masinisa de Numídia, pero su barco naufragó y murió.
La obcecación del Senado, que exigía la rendición sin condiciones, así como la perfidia de los dirigentes provinciales romanos, que violaban continuamente las condiciones del pacto alcanzado con el cónsul Claudio Marcelo en el 152 a. C. y las victorias de Viriato en la Guerra Lusitana forzaron a la revuelta a las tribus de los celtíberos, dando comienzo a la tercera guerra celtíbera entre los años 143-133 a. C.
Roma envió al cónsul Quinto Cecilio Metelo, al mando de 40000 soldados, que empieza la pacificación de la celtiberia con la toma de varias ciudades, como Nertobriga, con la que habían sido firmados pactos de amistad con anterioridad. Cercó a Numancia, pero no pudo ocuparla, y ante los ataques de los numantinos pasó el invierno en su campamento.
El sucesor de Metelo en el 141 a. C. fue el cónsul Quinto Pompeyo, que llegó con un ejército de 30000 soldados de infantería y 2000 jinetes. Sufriendo múltiples derrotas entabló negociaciones de paz con los numantinos, logrando un acuerdo antes de la llegada de sucesor en el 139 a. C., Marco Popilio Laenas, que no aceptó el pacto por no estar aprobado por el Senado y el pueblo romano. Popilio envió embajadores a Roma para que se querellaran allí con Pompeyo. El Senado decidió continuar la guerra y no admitir el pacto firmado. Atacó a Numancia sufriendo grandes pérdidas de vidas en su ejército.
El cónsul del año 137 a. C., Cayo Hostilio Mancino llegó con un ejército de 22000 hombres. Mancino sostuvo frecuentes enfrentamientos con los numantinos y al ser derrotado en numerosas ocasiones y propagarse el rumor de que los cántabros y vacceos venían en ayuda de Numancia, se retiró del asedio refugiándose en el antiguo campamento de Nobilior, en los alrededores de Almazán, provincia de Soria. Al verse rodeado por los numantinos, capituló. Los numantinos exigieron un tratado con paridad de derechos, negociado por Tiberio, y aunque se reconocían las conquistas anteriores de Roma, el Senado lo consideró el tratado más vergonzoso firmado nunca. Aunque el pacto fue desestimado, Roma mantuvo un armisticio real durante tres años. Entre el 137 y el 135 a. C. ni Emilio Lépido ni Lucio Furio Filo ni Quinto Calpurnio Pisón reanudaron la guerra.
Pero en el 134 a. C., a instancias del pueblo romano y gracias a un procedimiento jurídico extraordinario, obtuvo de nuevo un mando consular Escipión Emiliano, el destructor de Cartago, sin que hubieran transcurrido los diez años de intervalo que marcaba la ley. Decidido a continuar la lucha y ante la prohibición de nuevas levas, formó una cohorte de amigos, cohors amicorum, de unos 4000 hombres, entre los que se encontraban personalidades tan destacadas como Cayo Mario, Polibio o Yugurta, nieto de Masinisa. A su llegada a la península ibérica reorganizó y disciplinó a las tropas que se hallaban en las provincias, tropas totalmente desmoralizadas por las continuas derrotas ante los enemigos.
Durante el verano, saqueó las tierras de los vacceos para que no ayudaran a los numantinos, y en la primavera del 133 a. C. inició el definitivo asedio de Numancia con un ejército de cerca de 60000 hombres. Rodeó la ciudad con siete campamentos, fosos y torres de vigilancia y cortó el Duero para que los sitiados no pudieran recibir ayuda. Los intentos de eludir el cerco o las peticiones de ayuda a otras ciudades de los celtíberos fueron infructuosos. Retógenes el Caraunio sobrepasó el cerco, pero sólo recibió la ayuda de los jóvenes de la ciudad de Lutia. Enterado Escipión a través de los ancianos de la ciudad, cercó a Lutia y cortó las manos a 400 jóvenes.
Ante la precaria situación, los numantinos enviaron embajadores ante el general romano, al mando de Avaros, para interesarse por la forma de llegar a un compromiso, sin ningún resultado. La ciudad arévaca fue reducida por hambre y los supervivientes o se suicidaron o fueron reducidos a la esclavitud, quedando deshabitada hasta comienzos del Imperio. Su destrucción puso fin a las guerras celtíberas y aunque hubo otras rebeliones en el siglo I a. C., nunca volvieron, como pueblo, a inquietar a los romanos.
Volviendo a la sinfonía, hace un recorrido cronológico por los acontecimientos, exaltando las partes más dramáticas y bélicas. Según el compositor es una sucesión de batallas y períodos de paz. Su lenguaje musical es ecléctico, predominando la tonalidad.
La obra utiliza algunos simbolismos, a modo de leitmotivs, que le otorgan cierta unidad. Entre ellos podemos destacar el tratamiento cromático con sentido ascendente, que sugiere los movimientos circulares de los buitres ante los cadáveres y, a su vez, el misterio que causaba este hecho en los numantinos, al pensar que servía como nexo de unión con el más allá. Otro símbolo importante que aparece en diversos momentos de la obra, es la representación del fuego asociado a varias combinaciones sonoras, con un elaborado tratamiento tímbrico.
El primer movimiento, I, empieza con una evocación del tratado de Paz de Graco. Después de dos fuertes acordes aparece el tranquilo tema de la paz. Tras la construcción de la Muralla de Segeda se violó dicho tratado, provocando el comienzo de las segundas guerras celtibéricas. Llamadas de las tropas romanas preceden un tema más vivo. La sección central se inspira en La batalla de los elefantes, donde la música adquiere un lenguaje más cromático y utiliza algunos elementos orientalizantes. Precedido por un solo de trombón el movimiento acaba a modo de himno de júbilo y homenaje a los héroes caídos en la victoriosa batalla, con el que termina tranquilamente el movimiento.
El segundo movimiento, II, empieza con el tema de la paz como alusión al período histórico de tregua conseguido por el cónsul romano Marcelo. Este tema de carácter melódico está presentado por la sonoridad de las trompas en referencia a las trompas celtíberas y está basado en los sonidos de la serie armónica, evocando los períodos de estabilidad y amor por la naturaleza. Le sigue un episodio, a modo de divertimento, que refleja las costumbres y actividades de la vida cotidiana del poblado celtíbero.
La sección central representa los diferentes rituales: del fuego, iniciático, funerario, de danza, de sacrificio, en el que se organizaban carreras de caballos colgando las cabezas de las víctimas sacrificadas, indicado por una sección más violenta. Tras esta sección se reexpone de nuevo el episodio variado de la vida cotidiana para servir de nexo con la aparición del tema de la paz, con el que finaliza el movimiento.
El tercer movimiento, III, comienza en forma de fanfarria introductoria que evoca el nombramiento del general romano Escipión El Segundo Africano o Numantino, quien iniciará la segunda fase de las guerras celtibéricas denominadas numantinas.
Durante la primera sección del movimiento, tras varios episodios bélicos, aparece un uso deliberado y sistemático de construcción interválica, sugerido por la decisión de Escipión de construir un cerco para aislar a los numantinos. A continuación sigue un episodio rápido y enérgico que representa los diferentes intentos de escapar de este cerco. La huida de Retógenes utiliza una música repetitiva que evoca los intentos desesperados de salir del cerco.
La sección central marca el punto más dramático de la obra y simboliza la tensa espera al asedio de la ciudad. Escrita a modo de variaciones sobre tres notas de la cabeza del tema del Dies Irae, conduce de forma gradual y repetitiva al clímax dramático de la obra. Esta sección manifiesta por una parte la agonizante espera y sufrimiento y por otra el valor que mostró el pueblo numantino antes de su sometimiento.
La obra concluye evocando el desfile triunfal de Escipión en Roma seguido de una coda en la que aparecen varios leitmotivs, con tratamiento cíclico, donde predomina el tema del honor asociado a la lucha y la muerte, así como la esperanza y triunfo de los numantinos de alcanzar el más allá y su libertad.
El propio compositor ha realizado una adaptación para banda que dice es una síntesis de algunos de los pasajes más relevantes de la sinfonía. Se estrenó en Soria interpretada por la Banda Municipal de la ciudad dirigida por José Manuel Aceña.
Egea es un compositor que se encuentra inmerso en su período compositivo y no podemos decidir actualmente sobre su posible evolución, como la de los creadores contemporáneos que estamos comentando en esta parte de la obra.
[1] La vulcanalia era una festividad de la Antigua Roma, realizada el 23 de agosto de cada año en honor al dios del fuego Vulcano.
[2] Masinisa (c. 238 a. C.-c. 148 a. C.) fue el primer rey de Numidia, con capital en Cirta, hoy Constantina en Argelia.